Apr 25, 2007

Mi instinto optimista recibe a veces fuertes golpes a mano de la realidad cotidiana. Aunque estoy siempre listo para discutir que estamos mejor que nunca antes -y que no puede haber dudas de que en 50 años vamos a estar exponencialmente mejor de lo que estamos ahora-, hay momentos en los que dudo seriamente del futuro, digo, por la imbecilidad que parece gobernar la mente de tantos referentes de nuestro tiempo, y aún más desesperanzador, la falta de criterio del rebaño de seguidores que son presa inocente de la prédica fácil.

En tres diferentes ámbitos me topé ayer con diferentes relatos que explican este gris estado de ánimo: Primero un desgarrador relato en NPR sobre clínicas de "aborto involuntario" en China. Me bajo del auto luego de escuchar esto y me topo con activistas que me piden que use un foco en lugar de dos para salvar el planeta. Lo veo a a este tipo -a quién parece sobrarle tiempo y buena voluntad- y lo único que pienso es, "loco, cuanta energía malgastada!"

Luego, a la hora del almuerzo, me atraganté con esta joya de ensayo del "New York Times Magazine" del domingo. Un gran sentimiento de pena por la pobreza en el tercer mundo lucha con mi bronca hacia nuestra sociedad rica, que en lugar de incentivar a los desafortunados a que sigan la receta que llevó a este puñado de países civilizados a este presente de abundancia, pretende seguir buscando en nosotros mismos la causa de los tropiezos de los demás.

Para rematar, conversé ayer con una pareja amiga que decidió adoptar un bebé. Me contaban que querían traer un bebé de sudamérica, pero desistieron luego de meses de trabas y peros (y desembolso de $40,000 por el proceso). Me quedé horas pensando que un chico que está hoy destinado a vender frutas en un semáforo (en el mejor de los casos) se acaba de perder una oportunidad de un hogar que seguramente le tiene deparado un destino mejor. A raíz de este tema me topé con este artículo de Clarín (al cual, advierto, voy a volver en sucesivos posts). Claro que recuerdo haber visto alguna mínima referencia al tema en el gran diario del norte argentino, pero se me pasó porque, sepan entender, estaba enterrada en una montaña de artículos que tratan los verdaderos problemas de los tucumanos: el calentamiento del planeta.

Me voy a dormir.

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