Relacionado con este post de Víctor, no se pierdan la reacción del fundamentalismo ambiental ante el estreno del documental "Mine Your Own Business: The Dark Side of Environmentalism", sobre los esfuerzos del movimiento ambientalista para poner trabas al proceso de desarrollo de los países más pobres del planeta.
Insisto, durante décadas me tuve que bancar la cantinela de que la planificación centralizada de la economía era netamente superior a la economía de mercado y que el futuro de la humanidad pasaba por el socialismo a la cubana o de la ex Unión Soviética. Después del colapso del comunismo, los amantes del utopismo colectivista cambiaron el versito. El problema era que la economía de mercado no resolvía todos los problemas del mundo lo suficientemente rápido. Ahora, ante el peso de la evidencia, la objeción es que la economía de mercado es demasiado eficiente. Nos estamos volviendo demasiado prósperos y nuestra calidad de vida se está elevando demasiado rápido. Debemos elegir la pobreza voluntaria.
El objetivo es el mismo de siempre: decirnos cómo debemos vivir nuestras vidas. Por supuesto, estas recomendaciones son siempre para que las pongan en práctica los demás, nunca los que las formulan:
Many people are aware that the world’s poor desperately need economic development. Few realize, however, that a major obstacle to overcoming global poverty is the anti-development and anti-human environmental movement that camouflages itself under ubiquitous “Earth-friendly” shades of green.
This lack of awareness is no accident. It's come about through a “See No Evil, Hear No Evil, Speak No Evil” syndrome, where “evil” refers to the many ills of the modern environmental movement.
The syndrome is borne out by recent events related to the eye-opening documentary, "Mine Your Own Business: The Dark Side of Environmentalism," a film about environmentalist efforts to stop economic development in poverty-stricken regions around the world.
The syndrome’s “see no evil” aspect is exemplified by the efforts of Greenpeace and 80 other environmental organizations to block the movie from being shown in Romania (where much of the film was shot) and Washington, D.C.
A Greenpeace official was invited to be a special guest at the film's Washington, D.C., premiere at the National Geographic Society headquarters.
Instead of accepting the invitation, which included the opportunity to participate in a post-screening discussion panel, Greenpeace sent a letter to the Society expressing outrage at the decision to permit the film’s screening.
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