Jul 14, 2007

Choreo

Juan José Cresto, ex director del Museo Histórico Nacional, sobre el robo del reloj de Belgrano.

Insisto, el país del "lo atamos con alambre”, el de un profundo y visceral desprecio por la modernidad, por el progreso, por hacer las cosas lo mejor posible.

Por supuesto, dentro del actual clima de relativismo político en el que vive tanta gente, no faltaran los que digan que estas cosas pasaron siempre en Argentina. No es verdad, tendríamos que retrotraernos varias generaciones para encontrar otra administración que se haya ocupado de las bibliotecas públicas y de los museos como lo hizo la del Innombrable en los 90:

No se comprende bien la situación actual del Museo Histórico Nacional. El episodio del hurto de una reliquia de relativo precio económico, pero inmenso valor histórico y espiritual, es una herida inferida al pueblo argentino. No es la única. A diferencia del copioso legado de San Martín, recibido de su nieta Josefa, Belgrano poseyó muy escasos objetos que recuerden su paso por esta vida, por lo que cualquier pérdida de esos pocos bienes es más sensible, y también más identificable. No debe ser demasiado lúcido el autor, pero sí suficientemente ingenioso para haberlo podido sacar.

En efecto: ese bien museístico -como muchos otros- reposaba en un mueble de madera rectangular, de aproximadamente 90 centímetros de alto, coronado en su parte superior por una cúpula de vidrio que contenía el reloj. Esa cúpula tiene su base engarzada en una ranura del mueble, de tal modo que para levantarla se requiere destrabar una madera de la base. Ese fue el ingenioso sistema que adopté en 1996, cuando me hice cargo de la dirección. En aquellos días dejé constancia de mi protesta por no poder asegurar el sistema completo con una llave independiente para cada cúpula, con su respectivo cerrojo, pero había que construir una serie de más de 150 exhibidores...¡y no alcanzaban los fondos! Esta es la Argentina que vivimos. Más aún: reclamé inversiones durante la presidencia de De la Rúa, pero no llegaron jamás. Para semejante museo, el más antiguo y el de mayor patrimonio histórico del país, disponía de una caja para gastos de ¡quinientos pesos! Esa suma la recibí siete veces en cinco años y era equivalente a lo que yo necesitaba para gastar cada tres días. ¿De dónde salieron los fondos? Del bolsillo de los ciudadanos de buena voluntad, de los visitantes del museo, de mis conocidos y amigos y de mis propios haberes.

1 comment:

  1. Cada vez que estoy con algo de tiempo de sobra en Buenos Aires, me doy una vuelta por el MHN.
    En un ambiente de precariedad museológica y de casi absoluta falta de seguridad se exhiben piezas invaluables, como el sable que rindió Whitelocke, que seguramente (y más que el reloj de don Manuel) haría las delicias de algún coleccionista. Atrás de un vidrio, en unmarquito infame, se arruina la esquela en que Dorrego lega a su hija, como todo bien material sus tiradores, antes de ser fusilado.
    Mientras yo estaba allí, la última vez, dos operarios soldaban con equipo eléctrico en un entretecho, sobre una sala que exhibía reliquias de la Conquista del Desierto.

    ReplyDelete

Note: Only a member of this blog may post a comment.