Marianito Grondona en La Nación de hoy. Honestamente me mata esa costumbre que hemos adoptado, tal vez copiada de los brasileros, de referirnos al presidente y su mujer por el primer nombre. ¿Será por necesidad de reforzar su imagen de populismo barato?
Pero el error de Cristina no consiste en su reclamo sino en su noción de la continuidad. Según ella, en efecto, la continuidad que debemos buscar equivaldría a la indefinida permanencia de los Kirchner en el poder. Pero ésta no sería la verdadera continuidad, sino su opuesto. La verdadera continuidad es la que han encarnado países como España, Chile o Brasil, porque en estos países lo que continuó fueron las "políticas de Estado" que llevan al desarrollo "a pesar" del periódico reemplazo de los líderes que las fueron sosteniendo sucesivamente. El Reino Unido no es "continuo" porque Tony Blair se haya eternizado sino porque, habiendo sido reemplazado por Gordon Brown, las grandes líneas de la democracia británica continuarán y así ocurriría también mañana si a los laboristas los reemplazaran los conservadores. La falsa continuidad es en cambio la que se quiere asegurar con la permanencia indefinida de un coronel en Venezuela o de un matrimonio en la Argentina.
La verdadera continuidad consiste en que sucesivas generaciones de líderes se sucedan en dirección de un mismo rumbo y no en que el mismo rumbo sea la consecuencia forzada de una permanencia.
Cristina se confundió. Es verdad que hay que lograr la continuidad de las políticas que llevan al desarrollo. Pero ello se consigue solamente en el interior de la democracia republicana, a través de los reemplazos sucesivos de los protagonistas y no mediante su permanencia ilimitada en el poder.
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