La realidad, sin embargo, resultó muy distinta.
"Quiero contar mi historia", dice Willis a este cronista, "para que otros no sufran lo que yo sufrí".
EL MIEMBRO DEL PARTIDO
Por Mike@, corresponsal en Second Life
“Cuando uno llega a Second Life, no tiene nada. No tiene guita, no tiene amigos, no sabe qué hacer. Es como en la vida real, imaginate que te vayas de la Argentina a vivir a Estados Unidos sin un mango. De alguna manera te las tenés que rebuscar”.
De a poco, Willis fue recorriendo la ruta de tantos otros. Pasó largas siestas acampando en las playas, y se sentó en innumerables sillas de bares y pubs para cobrar el salario mínimo (entre 1 y 3 Linden por cada 10 minutos). En estos días la cotización del Linden es alrededor de $L 240.- por dólar, lo que da una idea del nivel de explotación que deben sufrir los nuevos inmigrantes. Un autentico “sweatshop” al que sólo le falta el trabajo infantil.
Pero P0tro69 tenía un sueño.
“Quería tener el mejor miembro del mundo”, dice con un atisbo de sonrisa melancólica, al tiempo que muestra una foto tomada poco después de su llegada. “Me sentía incompleto, y por supuesto, no iba a enganchar nada así como estaba...”
Willis a su llegada a Second Life
Michael Moore tenía razón
“Una tarde, un amigo argento me habló de la Habana de Second Life”, recuerda Willis. “La Isla de la Prosperidad... un verdadero paraíso socialista, donde se había abolido la explotación del hombre por el hombre, reemplazándola por lo inverso. Y lo mejor de todo es que se conseguían ´miembros del partido´, unas pistolas bárbaras y a precios muy accesibles, gracias a su magnífico sistema de salud socializado. Te imaginás que me teletransporté enseguida !!”
Su primera impresión fue una inmensa alegría. “Era casi como estar de nuevo en la UBA,” recuerda Willis, “por todos lados carteles llamando a la revolución, pósters inmensos del Che, igualitos a los que pegábamos con los muchachos durante mis quince años en Sociales.” Su álbum de fotos muestra una Habana vibrante, imbuida de espíritu revolucionario.
Los muros de la Habana virtual
El ícono omnipresente
Salsa y Socialismo, un cóctel tropical irresistible
“Y vos sabés,” sonríe cómplice Willis, “que el Hombre Nuevo, como sujeto revolucionario, necesita una Mujer Nueva a su lado”. Este detalle no escapó a los creadores de la Habana virtual, como muestran otras fotos del álbum.
Anuncios en la Habana virtual
Las chicas exhiben sus atributos revolucionarios
“Buscando un poco, al final encontré el lugar donde vendían los miembros”, rememora Willis. “El precio me pareció mucho más accesible que en otros lugares, y aparte comprándolo acá, yo creía que estaba ayudando a la causa del socialismo”.
Una gran desilusión
“Compré un modelo que estaba a mi alcance, por 39 Linden, más o menos 15 centavos de dólar. Los problemas empezaron en cuanto me lo quise probar”. Willis calla por un momento, recordando la humillación. “El trozo venía en una caja, como casi todo lo que comprás en Second Life. Abrir las cajas es un problema, el sistema no te deja hacerlo en cualquier parte, y además no te vas a andar probando una garompa en público. Cuando pude encontrar un lugar tranquilo y sin gente, abrí la caja y me encontré con un pitito que parecía un chicle masticado. Lo primero que pensé fue que me habían hackeado y que, en alguna parte, alguien se estaba cagando de risa por haberme jodido así. Después de varios intentos de acomodar la cosa, obtuve lo que parecía un miembro normal, aunque algo chiquito, como si hubiera pasado varios meses en salmuera. Nada que ver con la foto del anuncio”.
Le pregunto a Willis si quiere mostrarme fotos de su experiencia, y su mirada furiosa me hace disculparme.
“Vos sos argento así que sabés como es esto”, continúa, “es una cuestión de honor tenerla más larga que cualquiera. Ya que siempre nos han cagado y nos han impedido ser una potencia mundial, por lo menos tenemos que ser primeros en esto. Primero me deprimí bastante, pero después pensé, lo importante es que funcione bien, y estaba seguro de que lo haría, porque nada funciona mejor que lo que se planifica centralmente, y esto era un auténtico producto socialista”.
Pero las cosas no salieron como Willis esperaba. En la caja del miembro se incluía un “script”, un programa que le permite al usuario controlar la operación del dispositivo. Después de muchos intentos infructuosos para manejar el “aparato”, lo único que Willis pudo lograr fue activar una subrutina de auto-toqueteo. “Para esto me quedaba en Argentina….”, recuerda. “No había caso, no funcionaba nada. Llegué al extremo de vencer mi vergüenza y acercarme en bolainas a una señorita, a preguntarle si sabía cómo lograr que se pare... Enseguida se apareció un chabón al lado, me dijo que me vetaban para siempre de esa zona, y me teletransportó al carajo”. Las lágrimas ruedan por su rostro virtual al recordar la humillación.
La luz al final del túnel
Revivir el trauma pone a Willis de un talante filosófico. “Creo que después de todo aprendí mi lección. Tiré el chicle socialista, y me conseguí un pito gratis en un sex-shop. Tiene un tatuaje con propaganda, qué le vamos a hacer, pero por lo menos es de un tamaño honroso y no paso vergüenza. Mientras tanto, me anoté en un curso para aprender a programar objetos en Second Life, quiero hacerme de una carrera y poder progresar, juntar bastante guita y comprarme el modelo Super Deluxe. Y si no llego, de última me fabricaré uno yo mismo. Ahora estoy más tranquilo. Mirá vos, después de tanto tiempo me vengo a desayunar que las cosas salen mejor si uno toma la responsabilidad”.
Dejamos a P0tro69 en uno de sus lugares favoritos, el Juke Joint, una discoteca donde solo pasan blues.
Juke Joint Blues en Second Life
“Este es un buen lugar para enganchar minas, pero tenés que saber bien inglés, no te alcanza con el my book is yellow!”, exclama Willis entre carcajadas. “Es otra cosa que empecé a estudiar… si me vieran mis compañeros de facultad ahora…”
Mike@ es corresponsal exclusivo en Second Life para el Opinador Compulsivo
Second Life Havana
Blues Juke Joint
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