Ya me curé de espanto y evito leer los comentarios que dejan los visitantes en el sitio de La Nación. Pero, lamentablemente, a veces no puedo con el genio y me detengo en algunos.
Como comentaba hace unas semanas, es sinceramente desolador. No se les cae una idea original ni por casualidad. Prefiero pensar que todavía queda en el país muchísima gente preparada, no paralizada por el odio, la envidia, el rencor y el resentimiento, pero que está demasiada ocupada produciendo como para perder el tiempo dejando comentarios delirantes en un diario.
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