Roberto Cachanosky sobre la moda del “dólar caro”. Insisto, amamos las soluciones mágicas:
Así como la convertibilidad –que no es otra cosa que una regla monetaria – no podía por sí sola solucionar problemas estructurales como la calidad y el nivel del gasto público, la legislación laboral o la política impositiva, entre otros, un tipo de cambio alto tampoco tiene esa capacidad. Lo máximo que puede lograr un dólar caro es esconder por un tiempo los problemas estructurales que impiden ser competitivos. Ni siquiera es un mecanismo idóneo para aumentar las exportaciones. Entre 2001 y 2005, las exportaciones de América Latina aumentaron un 63%, mientras que las de Argentina subieron un 51%. Y eso fue gracias a los precios internacionales, siendo que América Latina tampoco tuvo un gran desempeño en el comercio internacional. Así, en estos casi 6 años desde la devaluación, queda claro que impulsar un dólar caro sólo sirve para sustituir importaciones, lo que significa aislar la economía del comercio internacional y generar rentas extraordinarias para unos pocos sectores.
Pero hay dos puntos a debatir sobre esta cuestión del dólar caro. En primer lugar, la nueva moda de afirmar que se quiere un tipo de cambio competitivo no explica la forma de sostener un dólar caro. En segundo lugar, tampoco se debate acerca de los efectos de esa política.
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