Fernando Laborda se pregunta quién vota por la esposa de Kirchner:
No han sido muchas las ocasiones en que las encuestas preelectorales hayan generado tanta desconfianza como hoy en los ciudadanos supuestamente más informados.
Los motivos de esta percepción son, en cierto modo, valederos. Al menos en grandes centros urbanos como la ciudad de Buenos Aires. ¿Quién de nosotros no ha efectuado en las últimas semanas alguna encuesta casera entre amigos y compañeros de trabajo, y no se ha topado con la respuesta: "Ni pienso votar a Cristina ni conozco a nadie que la vaya a votar"?
Habría que hacer un poco de memoria y recordar que ese mismo fenómeno se producía en los mismos ámbitos metropolitanos allá por 1989, cuando parecía difícil encontrar a alguien que reconociera que fuese a votar por Carlos Menem. Y sin embargo, el líder de Anillaco se impuso con cierta comodidad sobre el cordobés Eduardo Angeloz.
¿Significa esto que debemos rendirnos ante las evidencias estadísticas? No necesariamente. Las encuestas seriamente hechas son el reflejo, la radiografía, de un momento particular, que puede sufrir transformaciones dramáticas en cuestión de días o de horas. Claro que no parece muy factible que, simultáneamente, la proyección electoral de Cristina Kirchner baje en 48 horas del 46,7 por ciento a menos del 40 y que la de Elisa Carrió suba del 21,8 a cerca del 30, para que se arribe a un ballottage, guiándonos por los números de la consultora Poliarquía.
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