Roberto Cachanosky, con la misma mala onda de siempre, se pregunta por qué las mismas torpezas cometidas en el pasado van a arrojar ahora un resultado diferente:
Si la candidata oficialista se tomara el trabajo de recorrer el país en auto –en vez de en avión o helicóptero– y hablara con la gente común –en lugar de viajar a París, Nueva York, Madrid y Bonn–, podría advertir la magnitud del problema que tendrá que enfrentar si llega a ganar las elecciones. En algún momento ya no habrá combustible al precio oficial y, para seguir funcionando, habrá que comprarlo en el exterior. En ese caso, el hermano Chávez no nos cobrará el combustible al precio del socialismo del siglo XXI, sino al valor del capitalismo salvaje. Que es lo mismo que hoy está ocurriendo cuando el socialista Evo nos vende gas. El hombre, que también es muy socialista, cobra un precio capitalista tres veces mayor que el que se le paga a los productores locales. La pregunta es: ¿quién financiará semejante diferencia de precios para seguir escondiendo la inflación verdadera y hacernos creer que tenemos combustible y energía barata?
Mientras el INDEC sigue diciendo que la inflación está por debajo del 10% anual, los dirigentes sindicales están esperando a que pasen las elecciones para pedir aumentos salariales que difícilmente bajen del 30%. Es otro dato a tener en cuenta sobre lo que viene luego de esta artificial orgía de consumo. ¿Por qué pedirán el 30% y no el 8% que dice el INDEC?
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