Agustín Monteverde en Ámbito de hoy:
Peor que estar mal es acostumbrarse a estar mal. En un país cuyas instituciones, a lo largo de décadas, se han ido vaciando de contenido y mantienen sólo su fachada, el individuo se acostumbra a ser ultrajado en sus derechos (y a violar los de los demás). Habitante más que ciudadano, ya no invoca sus derechos y se aviene a la ley de la selva que -como siempre- dicta el león.
Es el acostumbrarse a vivir en la selva y el encariñamiento con el león lo que lleva a debatir sobre el grado de oportunidad de controles de precios, restricciones o impuestos que son discriminatorios y violan derechos básicos; a enredarse en discusiones sobre si los márgenes comerciales «toleran o no» el nuevo zarpazo del rey.
La aplicación de retenciones a sectores discriminados es propia de visiones autoritarias, que otorgan a los gobernantes derecho y capacidad para decidir cuáles son los niveles de rentabilidad «adecuados» o «tolerables» y quiénes merecen ganar más y quiénes menos. El que gobernantes y burócratas fijen los precios de lo que producen los particulares entraña avasallar y convertir en ilusorio el derecho de propiedad de estos últimos sobre esos bienes y servicios. ¿Cuán dueño es usted del producto de su trabajo si desde un despacho oficial pueden fijar en la mitad o en un tercio el valor al que debe transferirlo?
Bajo esta óptica autoritaria, las unidades productivas son de hecho consideradas como si trabajaran bajo un régimen de concesión antes que como legítimos propietarios con pleno ejercicio de la libertad de comerciar.
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