Nov 2, 2007

Ambientalismo

Lo del ambientalismo ("environmentalism" por estos lados) es ya una religión, con libros sagrados, clerecía, acólitos, ungidos y profetas. Los hechos no paran a una religión. Menos los datos estadísticos verdaderos. Y ya que este ambientalismo está en la cama con el izquierdismo de siempre, aquel que toda la vida odió a Occidente por ser Occidente, tenemos una Nueva Fe para rato. Si le agregamos otros "ismos" como el tercermundismo que adora a Castro y a Chávez, el feminismo fascista que ve a los hombres occidentales como "el enemigo" (y sólo a los occidentales), y el islamismo que mata homosexuales y trata a las mujeres como basura, pero del cual las feministas fascistas se cuelgan para atacar a su odiado Occidente, tenemos una orgía incongruente en esa cama antes mencionada.

Los miembros de este sudoroso entuerto no tienen más en común que su odio a un sistema al que aborrecen no por razones lógicas: la lógica brilla por su ausencia donde islamistas misóginos y homofóbicos reciben apoyo de mujeres y grupos de izquierda. Lo aborrecen porque les mata sus mitos más amados: el comunismo, en cualquiera de sus caras y matices, no funciona; es criminal y empobrecedor y es eficiente sólo si se trata de destruir pueblos y matar personas. Occidente demostró hace tiempo que es superior a la ignorancia de Marx, los crímenes de Lenin y la sociopatía de Stalin. Y también demostró que es superior a cualquier presente o futuro que prometa el islam en cualquiera de sus variantes.

El ambientalismo ya no es, y hace tiempo que dejó de ser, preocupación responsable por el medio en que vivimos. Es una religión, y toda religión es política. Por definición las religiones no necesitan lógica, sino fe. Cuando los practicantes de la religión demuestran fe, no necesitan racionalidad. Y cuando digo "irracionalidad política" casi de inmediato pienso en islamistas y antioccidentales vociferantes que odian la única sociedad que protege el derecho a la libre expresión. A fin de cuentas, los enemigos son siempre los mismos.

Sergio Flores

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