Hace unas semanas un grupo de estudiantes de la universidad, de una enorme conciencia social, no tuvo mejor idea que organizar una protesta por la presencia de tropas canadienses en Afganistán frente a un regimiento local. Los aprendices de Gandhi armaron un petit quilombo - para los estándares argentos - cortaron el tráfico y pintarrajearon con consignas pacifistas un tanque transporte de tropas de adorno en la puerta del edificio.
Lamentablemente o afortunadamente, ustedes dirán, la policía detuvo a unas 40 personas que participaron del evento. Entre ellas cayó en la redada una estudiante francesa. La excusa de la joven activista por la paz es que estaba en la zona en calidad de periodista. Según su versión, una compañera, directora de un diario de la universidad, le pidió que cubriera la noticia para ese medio.
La policía sostiene que ante la comisión de un delito no hacen distinciones entre activistas y periodistas.
El Gran Problema Gran es que por su condición de extranjera esta valiente defensora de la paz mundial corre ahora el riesgo cierto de ser expulsada del país.
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