Nov 12, 2007
Shopping for laws
El sábado pasado me acerqué a un tipito que estaba apostado en una calle céntrica en Claremont, juntando firmas para tratar de elevar ciertas iniciativas a la consulta popular.
La conversación me hizo acordar a mis intercambios de chico con Pepe, el golosinero que se paraba en la puerta de mi escuela. La diferencia es que en esta oportunidad, el regateo, en lugar de caramelos, se refería a propuestas electorales:
- Qué tiene para la firma, maestro?
- Tengo una proposición para que las escuelas públicas no puedan ser obligadas a sacar la frase “under God” del Pledge of Allegiance
- Mmmmm. No. No me interesa esa. Qué más tiene?
- Tengo otra sobre eminent domain, para cerrarle al gobierno la posibilidad de extender Kelo
- Uy buenísimo… esa me encanta. Firmo.
- Y si le gusta esa, me parece que la posibilidad de dividir los electores en la próxima elección también le va a gustar.
- Usted lo dijo, maestro. Venga esa también.
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Ellos sabrán, pero yo me quedo con la república.
ReplyDeleteEl activismo popular, grassroots que le dicen, en EEUU es un fenómeno muy interesante.
ReplyDeletePor cierto que lo es, pero también es peligroso.
ReplyDeleteEs bueno lo que significa, una sociedad civil viva, pero es demasiada democracia y demasiada poca república.
No creo se pueda hacer una regla absoluta. Tiene sus ventajas y desventajas la democracia directa. Además, como en mucha de estas cuestiones, los resultados son más el reflejo de la sociedad que del sistema mismo.
ReplyDeleteGood point. touché.
ReplyDeleteE pur si muove.
Un plebiscito es útil para ciertas decisiones, por ejemplo, municipales.
Pero el tema es dónde lo parás.
Da lugar a demasiadas posibles truchadas.