Enrique Szewach sobre las maravillas del sistema jubilatorio de reparto. ¿A que no saben quién se va a tener que hacer cargo de la festichola? Exacto, el próximo gobierno que intente normalizar el país:
El sistema de reparto está condenado, por la demografía, y los favorables cambios en las expectativas de vida de la población, a absorber cada vez más recursos de otras fuentes o a pagar cada vez menos. Una parte del problema se intentó resolver con la reforma previsional del 94. Se pretendía asociar el grueso de las jubilaciones a los ahorros de los trabajadores e ir reduciendo lentamente los recursos públicos hasta concentrarlos, exclusivamente, en los sectores de menores ingresos y menor capacidad de ahorro. Pero lo paradójico de esta historia es que en enero de este año, cuando ya estaba vigente la orden de la Corte Suprema de agosto del año pasado para que se «solucionara» el problema de las jubilaciones licuadas, los honorables miembros del Congreso de la Nación, a pedido del Poder Ejecutivo, en un debate que duró apenas dos semanas, sancionaron una contrarreforma previsional, que no sólo no contempló lo planteado por la Corte, sino que, mejorando algo los ingresos actuales, agravó para adelante el problema del sistema de reparto, ya empeorado con una generosa moratoria que amplió en más de un millón cuatrocientos mil personas el número de beneficiarios del régimen.
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