No hay nada que hacerle, cómo escribe Don Mario, qué envidia que me da. No se lo pierdan en La Nación de hoy sobre el País Vasco.
Estuve un par de veces y me encantó, pero tengo un amigo catalán que le dice el “País Asco”, qué mala onda:
Casi todas las veces que he venido al País Vasco –y han sido muchas – mi visita ha sido inducida, como ésta, por un motivo de alta civilización. Para mí, esta región de España es una de las más cultas y artísticas de Europa. Me lo repito cada vez que vengo y gozo en sus museos, por los que desfila la vanguardia y la posvanguardia del planeta, y en sus festivales de cine, de jazz, de danza, de música clásica o moderna en los que se puede ver y oír lo mejor de lo mejor, o en sus exquisitos restaurantes en los que se degustan manjares que atraen a los golosos de medio mundo. Y cada vez, he podido charlar y gozar con gente refinada, hospitalaria y cosmopolita a más no poder, enamorada de las ideas y de las artes y los libros que, como en este almuerzo en el caserío de Agustín y Mariluz Ibarrola, rodeados de sus hijos –uno de ellos, José, también pintor– y nietos, me han hecho sentir que, contra todas las apariencias, el mundo es bueno y sano, y la vida vale la pena ser vivida.
Y cada vez me pregunto, apenas subo al coche que me regresa a Madrid y que pronto comenzará a escalar los montes arbolados hacia la meseta castellana: “¿Cómo es posible? ¿Cómo es posible que este admirable, hermoso, cultivado país, el de Chillida, el de Ibarrola, el de Unamuno, el de Baroja, el de Savater, el de Jon Juaristi, el del Tutto Verdi, el del Bosque de Oma, sea también ciudadela del nacionalismo, la más anacrónica y oscurantista ideología de nuestro tiempo?
¿Y cómo explicarse que, a la vez que produce tantas cosas bellas y sensatas, genere aberraciones horribles como esos comandos terroristas de ETA, que matan, ponen bombas y siembran odio y miedo a su alrededor, y que han atacado ya en varias oportunidades el bosque encantado, destruyendo con hachas decenas de pinos y pintarrajeando centenares de otros con espumarajos retóricos que piden la muerte para su creador?”
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