Me gustó la columna de Marianito en La Nación:
Quizás en ningún otro rincón del planeta el pensamiento utópico, eso que también dio en llamarse "el realismo fantástico", ha pesado tanto como en nuestra región, no sólo en la literatura, sino también en el campo minado de la acción política.
Forzando la áspera realidad hasta llevarla hasta el inquietante nivel de la utopía, los latinoamericanos hemos generado un poderoso mito movilizador: que nuestros fracasos no han sido el producto de nuestros errores, sino la consecuencia de un fenómeno que nos excede, cual es la opresión norteamericana.
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Entre nuestros políticos e intelectuales en estado de adolescencia la utopía de Castro, por lejana, fue aceptada con entusiasmo. La realidad, después de todo, es severa. Sólo el sueño es irrefutable. Castro vivió en la mente de millones de latinoamericanos como un sueño apetecible. Generó, es cierto, actitudes contradictorias porque, cuando los cubanos y los latinoamericanos, en vez de adherir a sus exaltadas exhortaciones, votan con los pies, no viajan a La Habana sino a Miami.
Muy bueno el artículo de Grondona.
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