Feb 7, 2008

Impuestos

De la sección “cosas que vale la pena copiar”, se acerca el momento tan temido de las declaraciones de impuestos.

En Canadá (bah, por lo menos en Québec, supongo que en las otras provincias es lo mismo), todas las personas a partir de la mayoría de edad deben enviar sus declaraciones de impuestos, una para el gobierno federal y otra para el provincial, individualmente una vez al año, no importa si trabajaron o no o si ganaron o no plata el año anterior.

Muchas personas los completan ellos mismos en papel, otras lo hacen por internet, otras usan programas que hacen el cálculo, como Turbo Tax, y otras, como yo, le pagan a un contador. Yo soy argento y a mí no me van a joder. Hablando en serio, da lo mismo porque el gasto es deducible de impuestos. Y en una de esas en contador encuentra alguna diferencia importante y nos hacemos de unos mangos.

Si el cálculo de los formularios determina que corresponde pagar algo extra, hay que mandar un cheque en el mismo sobre. Si pagamos de más, a los pocos días llega un cheque del nivel de gobierno correspondiente por la diferencia. El cálculo lo hace cada contribuyente.

No hay colas para hacer ni empleados públicos de la DGI o rentas con los que lidiar.

Tal vez sea un iluso, pero me parece que el impacto de este sistema va más allá de lo meramente administrativo o recaudatorio. Creo que contribuye a un clima de normalidad en la materia y hace que pagar impuestos sea de lo más habitual del mundo, la regla en lugar de la excepción.

1 comment:

  1. El problema acá es múltiple.

    Primero, los impuestos son complicados y concrentrados en ciertas actividades, lo que alienta la evasión.

    Segundo, el estado es terriblemente ineficiente recaudando. Y la solución es entonces invertir la carga de la prueba. Tenés que demostrar que no debés nada de la forma más engorrosa posible. A cada problema de recaudación, una nueva regulación, nuevos trámites, nuevas reparticiones, etc, etc.

    Tercero, todo eso crea una cultura de evasión, no sólo por ahorrarse el dinero de los impuestos y por ver qué hace el gobierno con ese dinero, sino por no sumergirse en el despelote de trámites y no quedar en "los libros" de la AFIP.

    Pero el problema de fondo es siempre el mismo, la mentalidad antiempresaria.

    En Argentina podés ser empleado, que es algo así como un noble en la Edad Media, pero los empresarios son como una subcasta tolerada, rivales peligrosos del estado, personajes oscuros que buscan el sufrimiento de los pobres, vampiros. Algo así como judíos en la Europa de la Edad Media.

    La idea del lucro (ajeno) es siempre desagradable, inaceptable, en la tierra del resentimiento. Más teniendo en cuenta que quienes más ganan, lo suelen hacer con privilegios obtenidos de su graciosa majestad.

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