La editorial de hoy de La Nación compara los caminos que eligieron Argentina y Brasil a partir de 2003. Comparar por resultados resulta sencillamente demoledor.
El diario habla del triunfo de Brasil sobre los prejuicios. Yo creo que se trata del triunfo (parcial y, por ahora, temporario) sobre un sistema de valores resistente al desarrollo.
¿Hay alguna esperanza de que ante lo demoledor de la evidencia Argentina aprenda la lección? De ninguna manera. Es muy difícil combatir la irracionalidad con hechos:
Brasil brinda la manifestación más elocuente de que la línea divisoria entre izquierdas y derechas es una cuestión del pasado y que hoy los países deben resolver entre estar a favor del progreso, racional y solidario, o quedar atrapados en las redes de la sinrazón populista. Lula exhibe la virtud de los estadistas capaces de superar viejos prejuicios y puede decir, con razón, que Brasil "pasó a ser considerado un país serio".
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Nuestro país parece seguir el camino propuesto por ideólogos tan modernos como los dinosaurios. Son los mismos que por más de medio siglo denunciaron que el deterioro de los términos del intercambio era el causante del estancamiento de las economías de la región y hoy, cuando las materias primas han recuperado parte del terreno perdido a lo largo de muchos años, experimentan la novedad como frustración. No están solos: voces empinadas del oficialismo han expresado estupor por el ansia natural de los agricultores de aprovechar la coyuntura a fin de acrecentar las exportaciones.
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Algunos no entienden por ignorancia; otros, porque no quieren entender: son beneficiarios de un capitalismo atado a los vínculos políticos con el Estado y, por lo tanto, de pies de barro. Entre ellos figuran los que aplauden el desvío de las energías bolivianas en la nacionalización de empresas, en lugar de haberlas puesto en la atracción de renovadas corrientes de capital para movilizar la producción del país. O los que celebran las expropiaciones que consuma el régimen de socialismo autoritario y violento de Venezuela, incluso contra intereses de argentinos.
tristeza nao ten fim
ReplyDeletefelicidade sim