Papando moscas

Hace unos meses les comentaba sobre la idea brillante de la municipalidad local de repartir un tercer tacho de basura, esta vez marrón, para el material orgánico. La idea genial es que se arrojen ahí, sin bolsa, los restos de comida y demás material orgánico.

Se sabía que durante el verano, con el calor, iba a resultar un asco. Hoy el diario publica un par de fotos de tachos llenos de gusanos y moscas, chorreando materia en descomposición avanzada por los agujeros de ventilación ante el horror de los propietarios.

Increíblemente, muy lejos de aceptar el error, el mensaje del gobierno de la ciudad es de profunda resignación, debemos aprender a hacer sacrificios por el bien del medioambiente, las moscas y los gusanos desaparecen cuando retiran la basura dos veces al mes, a usar vinagre y sal.

Todo esto en una sociedad en la que, por ejemplo, te clausuran el restaurant si la temperatura de cocción o refrigeración de los alimentos varía una fracción de grado centígrado de la que indican los códigos locales.

Cada día me convenzo más de que, muy lejos de una cuestión racional, en realidad estamos lidiando con un tema religioso.