Marcos Aguinis:
Las concentraciones callejeras conformaron una competencia propia de otros tiempos, cuando las masas eran el motivo de idealización y manipulación totalitaria. Usadas para reemplazar a las instituciones, para encandilar al opositor, para acallar el disenso. Ya no ocurren en las democracias maduras. No es concebible ni siquiera entre nuestros vecinos. Ni Lula ni Bachelet ni Tabaré Vázquez pedirían concentraciones frente a la Casa de Gobierno o el Congreso para demostrar su razón, mediante la exhibición de una fuerza multitudinaria pero ilusoria, porque nunca equivale a los millones que ponen su boleta en las urnas. Es un seudoplebiscito. Además, falseado, porque se insta a las personas a que pongan su cuerpo a cambio de dinero. ¿Cómo podemos llamarlo? Tiene nombre, por supuesto. Es un nombre que causa horror: prostitución cívica.
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