A pedido de la amable audiencia aquí va otra historia de Tales from Harare, como los bautizó Blogovido:
Hacía rato que vivía en Harare y había aprendido bastantes cosas sobre Zimbabwe. Entre ellas, que la elite dirigente tenía como modelo de orden y buena educación a los ingleses, pese a todo el discurso en contra. Así, los niños usaban los típicos trajes de escuela privada británica; la policía tenía los mismos uniformes coloniales, pero con escudo diferente. Iban impecablemente vestidos y con los correajes de cuero y las botas perfectamente lustrados. También el Ejército mantenía con rigidez todo lo que fuera inglés: los uniformes de día y de gala de los oficiales y suboficiales eran idénticos a los de la colonia, incluyendo la versión con pantalones cortos, medias hasta la rodilla y botas, las voces de mando, las maneras de saludar y de hacer orden cerrado eran totalmente British.
Como los varones hacían la colimba a los 18 años, tenían marcada la impronta militar inglesa y esto explicaba por qué los guardias de seguridad de mi casa me saludaban como lo hacían: se cuadraban a la inglesa (con el doble paso levantando las rodillas) y hacían la venia a la manera de los British llevando la mano al casco con la palma de la mano hacia delante. Lucían impecables en su uniforme azul de corte militar y pantalones metidos adentro de las botas al estilo paracaidista.
En Zimbabwe era costumbre que los empleados domésticos, incluyendo a los guardias, recibieran, además de su salario, una “provista”. Esta consistía en una bolsa de 20 Kgs. de harina de maíz, 6 latas de Corned Beef (la famosa Viandada), 6 latas de sardinas, 1 lata de aceite, velas, fósforos y un frasco grande de Vasenol. Esto último se debe a que el clima seco y el sol les hacen pelota la piel a los morochos.
La dieta del zimbabwano medio está reducida prácticamente a los alimentos que mencioné. Todos los días comen polenta, que llaman Milimeal, con un poco de viandada o pescado. Los que pueden le agregan alguna verdura y sólo los ricos comen carne.
Una mañana, la mucama me despierta a eso de las 7,00 Hs. y, muy alterada, me dice ¡¡¡Master, Master, the guards are fighting!!! ¿What?, fue mi lúcida respuesta. Me dijo que se estaban peleando por la provista. Yo no entendía nada, pero abrí la persiana y vi a los dos guardias, adentro del jardín, que se estaban trompeando de lo lindo. Eran chicos de alrededor de 20 años que siempre se habían comportado muy bien y me extrañó que estuvieran peleando. Le pregunté a la mucama si estaban borrachos y me dijo que no. Ahí noté que habían tenido el cuidado de sacarse la chaqueta y la camisa del uniforme y estaban peleando, limpiamente, a las trompadas. Tampoco dejé de notar que tenían un lomo bastante más considerable que el mío, excepto en la cintura donde yo les ganaba por afano, y que si me metía iba a cobrar como en bolsa. Ni pensé en llamar a la poli porque la experiencia ajena me había enseñado que los iban a hacer mierda y que todo podía terminar mal.
Una súbita idea me vino a la cabeza. Me vestí a los piques con una camisa estilo militar, bermudas, medias hasta la rodilla y borceguíes, todo de color khaki (mi ropa para ir al bush), agarré la Walter PP que guardaba en el cajón de la mesita de luz amartillada y con el seguro puesto, la metí en el bolsillo del pantalón, me puse mi sombrero (tipo australiano) que le había comprado por 10 u$s a un guardaparque en Nyanga, y bajé rápidamente las escaleras. Sentí que me faltaba algo que demostrase autoridad y que al mismo tiempo sirviera para defenderme, agarré un atizador corto de la chimenea y me lo puse bajo el brazo como el stick de los oficiales.
Vestido de esta guisa y munido de toda mi parafernalia ofensiva-defensiva, abrí la puerta y salí al porche (notarán que no cerré la puerta ya que es de sabios mantener una ruta de escape) y, cuadrándome, grité con toda mi fuerza y poniendo voz de macho:
¡¡¡ATTENTION!!!
Los dos morochos me miraron y...¡¡¡MILAGRO!!! en lugar de cagarse de risa, posibilidad que no había descartado, sin titubear se cuadraron, pegaron las manos al pantalón y pusieron vista al frente.
¡¡¡¡AJAJAAAAA, FUNCIONÓ¡¡¡, pensé. Y entonces me inspiré en David Niven, con el cual tengo algún parecido ya que uso bigote, y me aproximé digna y lentamente hacia los guardias que, tiesos, mantenían la vista al frente.
PAUSA PARA CARLITOS: vos que me conocés muy bien podrás imaginar que me metí totalmente en el papel de British Officer impasible, frío y decidido que hacía frente desdeñosamente a una horda de nativos (¿dos alcanzan para una horda?).
Imaginate la escena y cagate de risa un poco.
SIGUE EL RELATO
Una parte de mi mente estaba concentradísima en mantenerme calmo y la otra parte tiraba cohetes y tocaba pito de alegría por haber evitado que hubiera una efusión de sangre, ¡¡la mía!!
Me acerqué mirándolos fijamente a cada uno (por turnos porque solo tengo dos ojos y no soy estrábico) y, manteniendo un tono castrense, les dije:
¡Me avergüenzan por su manera de actuar absolutamente inaceptable! ¡Dos hombres peleando como chicos! ¡Dando un espectáculo vergonzoso al resto del personal. ¡Peleando en mi casa además, lo que es un insulto hacia mí que no voy a tolerar de ninguna manera! y otras cosas por el estilo.
Todo esto se los decía (en inglés, obviamente) mientras me mantenía a sus espaldas hablándoles con la cara pegada casi a la nuca al estilo oficial instructor (esta posición ofrece la ventaja de que difícilmente te puedan pegar una trompada en la jeta si estás en su nuca. Esto está previsto por los milicos desde los romanos para acá y funciona muy bien).
Toda la escenita me llevó unos 2 o 3 minutos y, ya agotado mi speech cuartelero, les dí permiso para hablar, cosa que les había negado antes. El motivo de la pelea era que a uno le faltaba una lata de viandada y sospechaba que el otro se la había robado, hecho que éste negaba rotundamente. Para hacerla corta, les diré que la famosa lata se había caído y estaba en el depósito donde guardaban sus cosas.
Volví a la casa sintiéndome maravillosamente bien al compás de la Marcha de San Lorenzo cuyos acordes triunfales resonaban firmemente en mi cabeza. Estaba muy satisfecho por haber frenado solito una pelea, solucionado un problema y todo sin morir contento luego de haber batido al enemigo. Además, lo había conseguido delante de todo el personal de la casa.
Pedí el desayuno y me senté a paladear la sensación de triunfo. Estaba encantado conmigo mismo, una idea media loca había funcionado muy bien gracias a que un sargento instructor les había inculcado a esos chicos un casi reflejo condicionado ante las voces de mando y los símbolos de autoridad.
¡Qué orgulloso me sentía! ¡Qué genial había estado mi actuación, mejor que Alec Guinnes en el Puente sobre el Río Kwai!
Mi otro yo me decía: ¡Qué grande, sos Gardel, macho!!!
Pero, los dioses ante el pecado de la hybris reaccionan y cuando agarré la taza de té ¡¡¡LAS MANOS ME TEMBLABAN TANTO DEL CAGAZO RETROSPECTIVO QUE ME VOLQUÉ EL TÉ ENCIMA Y ME QUEMÉ HASTA LAS PELOTAS POR LOS PUTOS PANTALONES CORTOS.!!!
Si recuerdan mi historia anterior, comprobarán que, en África, los argentinos vivimos diversas situaciones que nos producen temblores en las manos y las piernas aunque no tengamos malaria.
Espero que les haya gustado esta otra historia verídica de Zimbabwe con moraleja: No tomen té caliente con pantalones cortos.
YO (el Enmascarado)
Muy bueno. ¡Otra más y no jodemos más!
ReplyDelete¡Buenísimo!
ReplyDeletemuy buena historia Enmascarado!!! con estas entradas, una a una, podrias terminar escribiendo un libro... si hicieron una pelicula de un argentino en NY podria muy bien venderse un libro de un argentino en Zimbabwe, no?
ReplyDeleteLas vueltas de la vida.... que bien!!
Muy, muy bueno!! Tantas referencias interesantes. Y el corned beef, toda una institucion de las colonias britanicas, y en muchas proveniente de los frigorificos ingleses en Argentina. El sucesor moderno del jerky, palabra que es una deformacion de charqui (otro toque argentino). El mundo colonial era colorido.
ReplyDeleteTomo conciencia que la única que entiende el lado erótico de las historias del Enmascarado soy yo.
ReplyDeleteMaster, master? Qué lindo tener una mucama que te diga master, master!
ReplyDeleteConocí a un matrimonio irlandés que estuvieron destinados en la embajada en uganda y quedaron enloquecidos con Africa, tanto que pensaban ir a vivir ahí cuando se retiren.
No estoy sola.
ReplyDeleteSine Metu también lo entendió.
Si te parece, Raquel, obviamos las referencias del Enmascarado al "considerable" lomo de los negros descamisados a quienes les soplaba la nuca.
ReplyDelete:-)
Ahora, en este caso lo de "hasta las pelotas" fue literal?
ReplyDeleteChicos, Freud se haría un picnic con Uds.
ReplyDeletePor prudencia -del género- y proverbial recato -desde el sótano- omití referirme a esos tenebrosos aspectos del formidable e interesante relato.
ReplyDelete:-)
Quiero agradecerles a todos (menos a dos) los comentarios elogiosos y me encanta que les haya gustado mi historia.
ReplyDeleteDolores, te agradezco la idea del libro y es posible que lo escriba cuando me retire.
Otro sí digo:
Caros y respetados Raquel y Sine Metu:
Si en esta historia africana encontraron erotismo, prácticas sado-maso y me endilgaron el mochuelo de embarcar carne por la popa, ¡¡¡NO LES VOY A CONTAR NADA DE CUANDO VIVÍ EN TAILANDIA!!!
YO (el enmascarado)
Jajaja!
ReplyDeleteUn abrazo!
Max: te quería agradecer tus comentarios y decirte que me alegró profundamente que estas historias mías te hubieran evocado a Salgari.
ReplyDeleteTambién abrevé en esas fuentes y corrí las aventuras de Sandokan, Tremal Naik y Kanmamuri, aunque me identificaba con Yañez.
Gracias nuevamente
Un abrazo
YO (el enmascarado)
De mal en peor: ¡ahora vino el Tigre de la Malasia!
ReplyDelete:)
Enmascarado, lamento bajarte las aspiraciones pero más que un oficial parecías un "sergeant instructor" que es quien, con el stick bajo el brazo, maltrata a los "roockies".
ReplyDeleteJa! Muy bueno el relato. Tiene un toque a lo Tom Sharpe en "Reunión Tumultuosa" sólo que en este caso se desarrolla en Sudáfrica.
ReplyDeletePara Raquel, te recomiendo el libro si querés ver el costado "sexy-bizarro" de los colonos.
Saludos
Enmascarado, lo de Yañez te pinta de cuerpo entero!! No se si vieron una versión italiana (creo) en serie de Sandokan, será de los 70s, es tan cruda que está buena.
ReplyDeleteVamos a brindar por él con un buen Madeira!
Señores, jamas pensé que iba a encontrar tantos lectores de Salgary en este blog!! para que Raquel empiece a divertirser con la pluma: nadie se comparaba al Corsario Negro... guau!!!!! irremplazable...
ReplyDeleteLa verdad, uno lee tantas porquerías que es un placer poder leer estas notas.
ReplyDeleteLas revistas de algún diario ganarían mucho con los Tales from Harare.
la verdad que lo suyo es espectacular, enmarcarado. no puedo mas que esperar ansiosamente su proxima entrada.
ReplyDelete¿Puedo interpretar el comentario anónimo 3:56 PM?
ReplyDeleteEstás en tu casa, Rachel.
ReplyDeleteBueno:
ReplyDeleteDolores con el Corsario Negro, Enmascarado con el Tigre de la Malasia, y el despertar de los oscuros instintos de anonymous 3:56PM que ansía una próxima entrada han transformado este espacio en el antro del más antiguo de los vicios.
Gracias Louis, habrás notado que me moderé.