Gracias a la invitación que me formularon los Opinadores, tengo la ocasión de contarles algunos relatos o anécdotas verídicas. Recuerden que estos reflejan el punto de vista de un porteño criado en un departamento, con mucho asfalto y poca naturaleza. Ya que empecé con Zimbabwe, les contaré algo más de mis primeras experiencias en Harare.
Estaba previsto que mi familia llegase un mes después que yo. En el aeropuerto me esperaba el tipo al que yo iba a reemplazar quien, amablemente, me llevó hasta casa y se volvió al aeropuerto para irse. La casa era muy grande y cómoda. El personal de servicio (ama de llaves, cocinero, chofer, dos mucamas y jardinero) me esperaba formadito en fila en la puerta de la casa. Me fui presentando a cada uno y todos me respondían diciendo: “How do you do, Master”. ¡¡¡CASI ME DOY VUELTA A VER A QUIÉN LE DECÍAN MASTER!! Me mostraron un poco la casa y, a las 9 de la noche, luego de preguntarme a qué hora me tenían que despertar, se retiraron ya que, siguiendo la costumbre inglesa en África, vivían en una casa aparte dentro del predio.
Me puse a chusmear un poco el lugar donde viviríamos y observé algo que me llamó la atención. Todas las habitaciones tenían, en la parte superior de las paredes que daban al exterior, una serie de orificios circulares que ocupaban una superficie de 40 cm de largo por 30 cm de ancho. No había visto nunca ese tipo de sistema de ventilación, aunque más tarde supe que era absolutamente habitual en las casas de las colonias inglesas en África.
Cansado por el largo viaje, me fui a dormir. A eso de las 4,00 Hs. de la mañana, acuciado por la fisiología, me desperté y prendí la luz. Entonces me pegué el primero de los muchos sustos que pasé en Zimbabwe. En la pared había una araña oscura, grande como un puño, a menos de un metro de mi cabeza. Salté de la cama y corrí hacia la planta baja para ver si podía encontrar una escoba o una escopeta con la que dar un justo final a la miserable que había invadido mi territorio. Prendí la luz del hall de distribución que daba a los otros dormitorios y a la escalera y ¡¡¡HORROR!!! vi varias arañas más en las paredes bloqueando mi paso. Ya habrán podido deducir por mi relato que no soy precisamente Rambo.
Dado que soy de esas personas que hacen actos absurdos motivados por el cagazo, en lugar de pasar frente a las arañas rápidamente lo que hice fue pasar la baranda y ¡¡Descolgarme por la escalera a riesgo de romperme una pierna o algo peor!! Afortunadamente, la adrenalina me ayudó y fui hasta la cocina donde encontré escobas y hasta un machete. Fui liquidando los repugnantes arácnidos entre exclamaciones (mías, no de las arañas) de ¡Agh¡, ¡Ugh! ¡Morite de una vez, hija de puta! hasta que no quedó ninguna. Todo esto, que se relata fácil, no describe la velocidad y agilidad de las turras para esquivar mis escobazos ni el laburo que me costó liquidarlas.
Como soy observador, en mi febril búsqueda de una escoba había detectado que también había varias lagartijas de unos 20 cm. de largo. Dado que esa clase de reptiles no me mueven un pelo, ni me preocupé por ellas. Entonces me di cuenta de que los bichos habían entrado por los orificios de las paredes, si bien no podía determinar en qué orden lo habían hecho, si primero las lagartijas y luego las arañas o al revés. En el botiquín del baño encontré algodón y tapé con él los agujeros de mi cuarto y me encerré a esperar que llegase la mañana. No pegué un ojo. Revisé las cortinas de los grandes ventanales, miré debajo de la cama, adentro de los placards, atrás de los sanitarios del baño moviéndome con los gestos bruscos de los polis de las series americanas cuando van, pistola en mano, buscando a un asesino oculto en una habitación. En lugar de pistola, claro, yo blandía una escoba recortada de calibre “te reviento”.
Cabe aclarar que, si bien no tengo nada contra la fauna, no me gusta que viva conmigo en mi casa y, sobre todo, si se mueve por las paredes. Me encantan los perros, pero no me gustaría ver uno correteando por los muros.
Llegada la mañana, le pedí a las mucamas que tapasen todos los agujeros de las paredes exceptuando puertas y ventanas, pese a sus explicaciones de que esas arañas eran inofensivas. Les ordené que los tapasen igual ya que sabía que mi mujer no duraría ni un minuto (ni yo tampoco) en una casa con semejantes bichos.
A los pocos días de llegar, fui invitado a cenar a la casa de Carlos A. Recordarán bien a Carlos porque les conté una parte de su aventurera vida en un comentario anterior. Aprovecho para señalar que difícilmente podré volver a contar una historia como esa, Carlos A. existe solamente uno.
Esa noche en su casa, vi que en una pared del living había una araña como las que había matado. Preocupado, se la señalé y Carlos me dijo que eran inofensivas, nada agresivas y que se llamaban “flat wall spiders”. Un nombre curioso, pensé, pero bastante descriptivo porque eran bastante chatas y estaban en la pared. Cuando él se acercó y le tocó una pata, la araña simplemente se movió un par de centímetros y se quedó tranquilita, la volvió a tocar y el bicho se alejó unos cuantos centímetros más. Carlos, quien gusta de repetir los ejemplos, la tocó again y el bicho se cansó y demostró que su nombre, si bien descriptivo, no era suficientemente abarcativo dado que, con la velocidad que yo tan bien conocía, pasó a ser una flat wall AND CEILING spider, situándose en el cielorraso.
Todo este toqueteo propio de un aracnófilo me había ido produciendo cierta inquietud que, me temo, se veía en mi creciente cara de asco. Entones, Carlos me explicó que, como Harare está situada a casi 1.500 m. sobre el nivel del mar, no había moscas ni mosquitos, pero por el clima seco abundaban estas arañas. Si no hay moscas, ¿de qué corno se alimentan entonces?, le pregunté ansioso. Me contestó que no lo sabía porque no se quedaba a verlas comer, aunque suponía que de otros insectos...
Para no hacerla muy larga, les diré que me tuve que ir acostumbrando a ver arañas en las paredes y en los cielorrasos de las casas porque nadie les tenía ni miedo ni asco y no les prestaban atención alguna. Reconozco que era mejor tener esas arañas que moscas y mosquitos en las casas. Las flat wall no revolotean alrededor de uno y tampoco te hacen ¡BZZZZZ! cuando estás tratando de dormirte, de hecho son muy silenciosas.
Sin embargo, no claudiqué respecto a mi casa y mantuve los orificios de ventilación tapados y me cargué cuanta araña logró entrar. Carlos siempre se burló de mí por este tema, pero jamás logró convencerme de que tocase una por muy tranquila que pareciera.
En Argentina nos habían contado que, en Zimbabwe, era frecuente que algunos animales salvajes entrasen en los jardines de las casas como perico por su casa. Nos dijeron que normalmente se trataba de antílopes o cebras, pero nos preocupaba que, atrás de ellos, viniesen los leones o los leopardos. Por eso, había sido un alivio ver que el perímetro de la casa estaba rodeado por un muro de cemento de 2,5 m. de altura con alambre de púa en la parte superior, lo que descartaba el ingreso de antílopes y cebras y, por ende, de los grandes felinos.
Con el tiempo fuimos conociendo gente que vivía en los alrededores de Harare y cuyas casas tenían los jardines sin muros y, ahí sí, vimos antílopes y cebras y hasta algún warthog pasar corriendo con la cola parada. ¡Era fantástico estar sentado en un living charlando tranquilamente y, al mirar hacia el jardín, ver Impalas y Cebras pastando o echados a la sombra de un Mopani!
El único problema de un jardín así es que, si bien los leones y leopardos no se acercan a zonas muy pobladas, sí lo hacen algunas víboras como la Cobra Egipcia por lo que resulta altamente recomendable mantener el césped bien cortado. Con esto no evitarás al 100% que NO entre una Cobra, pero por lo menos la vas a poder ver para esquivarla. Es preferible no pisarlas ya que a las Cobras les jode bastante que uno las pise.
Es indudable que tiene su encanto vivir en una casa en contacto con la naturaleza, pero en África este contacto a veces me pareció un tanto exagerado. Tal era el caso de un médico argentino del Hospital del Hwange National Park, en cuyo jardín doméstico más de una vez pasaban no sólo antílopes, cebras y jirafas sino también algún búfalo y hasta grupitos de dos o tres jóvenes elefantes machos con los consiguientes perjuicios para el cuidado del césped y de los árboles. Pero esta es otra historia.
Interpretación:
ReplyDeleteCuando era chica desarrollé un fuerte sentimiento de miedo y fobia hacia las arañas, especialmente esas grandes y peludas.
No sabía de donde venía ese miedo, pero empezaba a ser bastante molesto.
Una amiga (lo mismo que hizo Carlos en el post) me ayudó a llevarlo mejor (con algo que ella llamaba desensibilización sistemática), pero aún no tenía ni idea de dónde podía provenir ese temor exagerado.
Años más tarde, tuve un sueño revelador particularmente vívido y claro donde me veía encerrada por mi primo en un cuarto de la parte de atrás de la casa de mis abuelos.
La habitación era oscura y estaba muy sucia.
Las paredes estaban llenas -ya lo habrán imaginado- de ¡arañas peludas!.
La comprensión freudiana de la fobia es bastante simple: reprimí una situación traumática -el incidente del encierro- y cuando en la realidad veía arañas, surgía la ansiedad del evento reprimido sin traer consigo el recuerdo puntual del acontecimiento.
Lo que me hizo mi primo en el cuartito del fondo no lo contaré.
Y no puedo saber lo que reprime El enmascarado en su fantástico relato, pero creo imaginarlo.
:)
Hola Raquel
ReplyDeleteLamento mucho lo que te sucedió en tu infancia y me imagino lo traumático que debe haber sido para que no pudieras recordarlo y que lo hayas traído a la consciencia por medio de un sueño.
Hace mucho que me psicoanalizo y he aprendido que un habano puede ser un símbolo fálico pero que también es un habano. Todas las personas que conozco tienen rechazo por las arañas de ese tipo y no tienen una historia como la que contás. La sexualidad es instinto de vida, cada uno encuentra su identidad y puede vivirla y manejarla con total libertad.
Lo que no llego a entender es si lo que te moviliza son los cuentos de África o si tenés un problema con El Enmascarado. Es verdad que el habla de miedos, tema que no todos se atreven a hacer, y la sexualidad es algo que para mucha gente es un tabú y que genera mucho miedo.
Por mi parte las historias de Zimbabue me divierten muchísimo, son un brisa de aire fresco!!!
Y no me parece que El Enmascarado sea un reprimido, si lo fuera no podría escribir con la libertad que lo hace.
Creo que algo de estas historias te produce malestar, estás siendo muy agresiva con El Enmascarado y hacés comentarios sexuales que no hacés sobre otros artículos, sería bueno que lo analizaras, siempre es bueno conocerse un poco mas.
Como esto no es un blog sobre psicoanálisis lo dejo acá.
Te deseo todo lo mejor!!
Enmascarado, que suerte que mantuviste el esfuerzo para eliminar las arañas de tu casa porque me imagino que tu mujer no estaría tan tranquila con semejante arañón en el cuarto (solo de pensarlo me pongo tensa) Confieso que viviendo en California llegué a acostumbrarme a las arañas (vivía en una ciudad a unos 2000 pies sobre el nivel del mar) Pero cuando me encontraba con una black widow moria de pánico (y eso que son chiquitas...) No.. las arañas no me agradan.. y los elefantes en el jardín tampoco..
ReplyDelete(ahora, el muro con alambre de pua era para los animales salvajes o para los nativos? or both?)
JEANNE D' ARC: aunque no le creas, el sentido del humor existe.
ReplyDeleteY las historias de El enmascarado me encantan.
Muy bueno, Don Masked One. Más, más. Pensar que acá me quejo de los zorrinos y hurones.
ReplyDeleteHoy mismo me consigo una de mascota para mi casa
ReplyDelete¡Y pensar que uno se aterra de las cucarachotas voladoras de Buenos Aires!
ReplyDeleteEs muy cierto eso de los riesgos físicos que estamos dispuestos a correr para enfrentarnos con nada más que insectos asquerosos.
Recuerdo haber despertado a la madrugada con una cucaracha en la mano y pegado un salto desde la cama de dos metros, cayendo increíblemente parado. Y eso que las cucarachas tampoco muerden ni pican ni nada, sólo son asquerosas.
Mucho "master" pero cuando más fueron necesarios, los servants no estaban, jaja!
1. Se me ocurre una causa para el miedo a las arañas peludas del enmascarado, pero acá no lo voy a contar.
ReplyDelete2. ceci n'est pas une pipe
3. Lo primero que se me ocurrió al leer el relato es que esos agujeros también servirían para que las arañas SALIERAN.
Saludos a todos.
Bienvenido al blog, máster!
ReplyDeleteMuy divertido tu relato Enmascarado, me reí muchísimo con la casería de las arañas.
ReplyDeleteMuy original la idea de centrar el relato en las arañas inofensivas ( en el que todos nos podemos identificar)y mencionar al pasar los animales verdaderamente peligrosos como la cobra y los grandes felinos!!!!
Excelente descripción, muy bueno el manejo de los diferentes registros de lengua, Un Aguafuerte impecable. FELICITACIONES!!!!
Muchas gracias por los comentarios.
ReplyDeleteDolores: En Harare el alambre de púa del muro era más que nada para los humanos, aunque era una ciudad bastante segura en comparación con las Sudafricanas. Por ejemplo, en Johannesburg, era muy usual que las casas tuvieran ese alambre de púa, pero electrificado con 220 Vs. por lo que no era raro ver gatos muertos entre las púas. En algún momento pondré un post sobre seguridad en África.
Blogo: ¡Es verdad, el servicio está pésimo desde hace unos cuantos años!
Sine: En ningún línea de mi post describí a las flat wall spiders como "peludas".
Jeanne: muchas gracias por la amabilidad. No sabía que lo que había escrito era un Aguafuerte.
YO (el enmascarado)