Hablando de cuestiones culturales.
Un verano, durante la segunda mitad de los Gloriosos 80, cuando, como ahora, nos chorreaba la Dignidad, me enteré por un amigo que la concesionaria Renault más grande de la ciudad buscaba gente para actualizar el inventario de la sección de repuestos.
En esa época no había computadoras ni módulos de mantenimiento de inventario de Oracle. Los repuestos estaban en un galpón enorme en la parte de atrás de las salas de exposición de los autos, con alrededor de 20 pasillos de estanterías que llegaban hasta el techo de chapa. Nos teníamos que presentar el sábado a las 7 de la mañana y la idea era terminar el domingo a la tarde. Me acuerdo que el pago no estaba para nada mal.
Nos dividieron en equipos de dos personas por pasillo y había que avanzar, contando las unidades de cada producto para anotar el total en una tarjetita. Hacía un calor tremendo, amplificado por el techo de chapa del tinglado.
Al mediodía, a la gente de la concesionaria no se le ocurrió mejor cosa que comprar bandejas de sándwiches de miga y ponerlas en una mesa, junto con coquetos platos y vasos descartables.
No les puedo decir lo que fue. Una batahola. Por algún motivo, el espectáculo de los sanguchitos en el comedor con aire acondicionado enardeció de tal manera a la perrada que se abalanzaron sobre la mesa, empujándose para manotear los triples de jamón y queso al grito de “weeeeeeee”. Se los llevaban de a puñados y hasta se los metían en los bolsillos, ante la mirada atónita de los encargados del inventario. Por supuesto, a los pocos minutos sólo quedaban restos de pan y fiambre tirados por el piso y muchos nos quedamos sin comer.
No estoy hablando de hijos de evacuados ni de niños famélicos del Chaco, muchos de los que estábamos ahí éramos estudiantes universitarios, de clase media Nacional y Popular. Casi todos eran conocidos de alguien que trabajaba en la agencia de autos.
El domingo no les quedó más remedio que volver a traer sándwiches, pero esta vez tomaron la precaución de entregar a cada persona un paquetito individual.
Lo leo y siento vergüenza ajena.
ReplyDeletePorque he vivido situaciones similares en la empresa donde trabajaba allá, en la que los empleados se tiraban de palomita sobre una mesa en la que hubiera una bandeja con... algo, cualquier cosa, que viniera "de arriba".
Hay gente que especialmente se pone en evidencia al tratar de sacar provecho de esas mínimas (míseras?) cosas.
Y, tal como vos decís, ninguno estaba al borde del raquitismo o "en situación de calle" como les gusta decir ahora.
La cuestión es sacar ventaja permanentemente.
ReplyDeletePero era la época dorada de Raúl Ricardo.....
ReplyDeleteLa rebatiña es parte del ser nacional.
ReplyDeleteHace unos años un familiar mío trabajaba en una empresa que decidió poner a la venta interna un stock de computadoras y notebooks usadas, en modalidad "first-come, first-served", y a un precio interesante.
Los tres primeros empleados que se anotaron se acovacharon el 90% de los equipos... aunque luego primó la cordura entre los organizadores, y sólo permitieron reservarse una máquina por persona.
Y no eran refugiados burmeses, ni gente que sólo conocía el ábaco y la maquina de escribir y estaba desesperada por su primer PC.
Eran (son) argentos.
He visto cosas parecidas en Italia y España especialmente cuando asisten periodistas, fotógrafos y cameramen. Si querés tener prensa para cualquier acto pedorro en la invitación que hagas a los medios tenés que poner que, luego del acto, se realizará una Recepción, Cocktail, Vino de Honor o una "degustaciön" o un "tentenpié". Vas a tener cobertura de prensa segura.
ReplyDeleteAh, si, la comida, esa garantía de la asistencia, como el chori para los actos políticos, la gente puede viajar cientos de kilómetros y perder un día por un chori gratis y un vaso de Coca.
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