Lo voy a colgar del blog porque sino exploto de la calentura que me dan estos temas.
Definitivamente parte de la sección “cosas que uno no espera encontrar por acá”.
Vivo en una ciudad de unos 150 mil habitantes, una de las cinco primeras por población en la provincia de Québec. Ya lo dije varias veces por acá, siempre me pregunto por qué el contraste con, por ejemplo, Burlington, la ciudad más grande de Vermont - acá, a dos horas y chirola de distancia en auto -, que tiene básicamente la misma población, o con alguna ciudad equivalente de los vecinos de Ontario – que se roban Nuestras Riquezas™ -, como Kingston, también con una población comparable.
A pesar de ser de tamaño similar, no se puede ni empezar a comparar en movimiento comercial, desarrollo ni poder adquisitivo. Sólo basta visitarlas alguna vez para darse cuenta.
¿Por qué?
Siempre pasa lo mismo, es un clásico. A pesar de que la ciudad está organizada con instituciones republicanas tradicionales - intendente y consejo deliberante - cada vez que surge alguna iniciativa privada (si es pública no pasa nada, el estado jamás se equivoca), se debe someter al equivalente local de los soviets rusos o las asambleas populares cubanas.
Después de un intenso debate y negociaciones, un grupo de empresarios logró lo que de por si es un milagro: que el gobierno local los autorice a construir un nuevo centro comercial en uno de los distritos de la ciudad*.
La autorización ya de por si incluye serias limitaciones a la superficie y el tipo de negocios que puede incluir en el complejo. No vaya a ser que caigamos en las garras del capitalismo salvaje y del hiperconsumismo no sustentable. Nosotros los contribuyentes somos tan imbéciles que necesitamos un ente benevolente que vele por nosotros.
Pero lo más increíble de todo es que, después del arduo y costosísimo (en tiempo y dinero) proceso de obtener la autorización por parte de los poderes constituidos del distrito, la iniciativa debe someterse a las “asambleas de vecinos” para determinar si resulta “socialmente aceptable”.
Por supuesto, ¿quienes creen que son los principales integrantes y organizadores de dichas asambleas? Los comerciantes potencialmente amenazados por el nuevo proyecto.
Como leen, toda nueva inversión de riesgo privada debe ser aprobada por la competencia. El gallinero abierto de par en par, con alfombra roja, para los zorros. Creo que no es tan difícil imaginar el resultado. Un grupo de “vecinos” se opone a capa y espada. Lo más gracioso, si no se quieren hacer mala sangre, o lo más indignante, si se la quieren hacer, son los motivos que argumentan. Esta gente está muy preocupada por el "impacto ambiental y cultural" del nuevo centro comercial.
Qué quieren que les diga. Si a todas esas arbitrariedades y abusos le sumamos las regulaciones y limitaciones lingüísticas, sobre los horarios comerciales y sindicales, lo verdaderamente sorprendente es que todavía haya alguien dispuesto a invertir un mango en Québec.
*Nota de color: el único centro comercial de verdad de la zona fue construido en la segunda mitad de la década del 60.
Lamentable. La maravillosa capacidad destructiva del poder en manos de los mediocres.
ReplyDeleteEn cualquier momento aparece un Moreno que les garantice la rentabilidad.
ReplyDeletePero una casa en tu town debe ser bastante mas barata, no?
ReplyDelete¿Cómo? ¿No se excusan los comerciantes por conflicto de intereses? Jajajaja.
ReplyDeleteMe hace acordar al Walmart de Teotihuacan. En 2005 creo que se quería abrir un Walmart en el pueblo cercano a las pirámides en el estado de México. Se oponían, por supuesto, los comerciantes con el argumento de que "desecraba" el patrimonio cultural, etc.
La gente estaba a favor porque representaba mejor servicio y mejores precios.
Un año después fui a Teotihuacan, el Walmart se inauguró. Desde arriba de ambas pirámides miré en todas direcciones, saqué fotos y no pude encontrar ni de casualidad al supermercado (está a varios kilómetros).
Guillermo, son más baratas y más Dignas.
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