Jul 7, 2009

Temitas menores

¿Leyeron la editorial de El Mercurio de Chile de ayer sobre la derrota de Kirchner?

Muchos estiman que la principal causa de este rechazo generalizado es el autoritarismo del matrimonio gobernante y de su círculo íntimo. Otros agregan su resistencia para relacionarse con otras corrientes del justicialismo, la inseguridad pública, la corrupción, inepcia para controlar la crisis económica y de salud, el despilfarro de oportunidades, los enfrentamientos con el agro, el despojo del patrimonio del sistema de pensiones, la inflación, el aislamiento externo, las inequidades y trabas a los inversionistas extranjeros y otra serie de desaciertos.

Hablando de editoriales en diarios de Chile, creo que vale la pena volver a leer ésta de 2004:

Creo que la razón fundamental por la cual Argentina tiene hoy un PGB per cápita inferior al de Chile, por primera vez en más de 150 años, es justamente su permanente, viciosa y populista costumbre de no respetar los contratos. Tanto los internos como los internacionales. Hubo una época entre 1860 y 1914 en que Argentina fue uno de los países de mayor crecimiento mundial. Al final de dicho período, nuestro vecino era uno de los países más ricos del mundo y millones de inmigrantes europeos llegaban a sus costas en búsqueda de esa prosperidad. Buenos Aires, con un crecimiento promedio anual de 6,5% entre 1869 y 1914, era la segunda ciudad más poblada del Atlántico después de Nueva York. Hacia 1911, su comercio exterior per cápita era seis veces superior al del promedio latinoamericano, superaba en cantidad al canadiense y equivalía a un cuarto del de Estados Unidos. Argentina representaba más del 12% del total de las inversiones internacionales de Inglaterra (la primera potencia mundial en ese entonces). Entre 1865 y 1914, Argentina construyó 38.000 km de vías férreas, su superficie sembrada pasó de 0,5 millones de hectáreas a 25 millones y sus exportaciones totales se multiplicaron por seis. La población del país pasó de 1,7 millón a 11 millones.

El país se regía por la Constitución de 1860, inspirada en los principios económicos liberales de Adam Smith, la que en su artículo 17 establecía la inviolabilidad del derecho de propiedad, incluso de manera más fuerte que la Constitución de Estados Unidos. Por décadas, la Corte Suprema de Argentina confirmó lo anterior y limitó fuertemente la capacidad del Estado de intervenir en la economía. Derechos de propiedad bien establecidos y resguardados, una economía abierta al mundo y a la inmigración y contratos que las cortes hacían cumplir, catapultaron a la Argentina desde un suave sopor postcolonial a mediados del siglo XIX, a un estatus de potencia mundial agroindustrial, totalmente globalizada e integrada a las mayores potencias de entonces. Lamentablemente, al igual que muchos países, Argentina sucumbió bajo el embate de los tres jinetes del Apocalipsis de inicios del siglo XX: las dos guerras mundiales y la primera depresión del mundo capitalista. Sus elites perdieron la fe en el estado de derecho, en la integración con el mundo como herramienta de prosperidad y, en definitiva, se embarcaron, especialmente a partir de la presidencia de Perón, en una aventura populista en donde los principios de la sana economía se subordinaban a los intereses políticos. La economía se hiperpolitizó.

1 comment:

  1. si hubieramos seguido por ese camino lo que seríamos hoy.

    que lástima!

    ReplyDelete

Note: Only a member of this blog may post a comment.