Genialidades

La cosa funciona más o menos así.

Salvo las limitaciones del mundo físico o alguna catástrofe natural, el 99% de los problemas de la humanidad son creados por la acción estatal (o gubernamental, como prefieren decirle en el mundo anglosajón).

Los funcionarios públicos, muchas veces ante la presión de lobbies o de minorías entre los votantes y con la mejor de las intenciones, frecuentemente para solucionar problemas inexistentes, introducen distorsiones en el funcionamiento de los mercados.

Luego, para tratar de corregir los efectos de esas distorsiones, no les queda más remedio que volver a introducir otras distorsiones mayores.

Las ideas geniales de hoy son los tremendos problemas de mañana.

Argentina ofrece ejemplos a rolete, para varias colecciones de fascículos de economía.

Ante un exceso de gasto público, y como el gasto es inflexible a la baja, el gobierno argentino no tiene mejor idea que devaluar. Es decir, hacer que todo el mundo sea más pobre. Como a nadie le gusta ser más pobre, hace falta disimular los efectos de la pobreza: controles de precios y de tarifas de servicios.

Creo que a esta altura del partido no hace falta volver a explicar que los controles de precios son garantía de escasez. Para solucionar la escasez, al gobierno no le queda otro remedio que introducir subsidios.

Cuanto más tiempo de vigencia tienen los controles, mayor el atraso y mayor la necesidad de subsidios. Pero, como los subsidios, a diferencia de la renta, dependen de la voluntad política y de la disponibilidad de fondos, nadie invierte lo suficiente. El resultado es una escasez creciente y generalizada.

El resultado final es una sociedad considerablemente más pobre y, lo que es mucho peor, con una estructura de incentivos perversa.

Al final, ya demasiado tarde, queda patéticamente claro que hubiera sido preferible toda la vida, y considerablemente más barato, el sacrificio de corto plazo de bajar el gasto público para no tener que caer en una devaluación con su secuela de consecuencias no queridas.