El Opinador Compulsivo

Relacionado con este post de Rubén y las declaraciones de la Gachu, dos anécdotas de mi más tierna infancia, primera mitad de los 70.

1)
Un día, de muy chico, estaba en la casa de mis abuelos paternos y llega un primo de mi abuela llorando. Todo un revuelo. Mis abuelos se encierran en el living para hablar con este señor en privado. Después me entero de que uno de sus hijos, que estudiaba en Buenos Aires, había sido “secuestrado” junto con la novia. Creo que en esa época todavía no se hablaba de “desaparecidos”. Aparentemente Carlitos, que así se llamaba, tenía cierto activismo político.

Sus padres movieron cielo y tierra, apelaron a todos los contactos con militares de parientes, amigos y conocidos pero, hasta donde sé, nunca se supo absolutamente nada de su paradero.

Una tragedia terrible que me dejó muy marcado.

2)
Más o menos para la misma época, una compañera de trabajo de mi madre llega llorando a la oficina y cuenta que nadie sabía nada de su hijo mayor y su nuera, que también vivían en BA. Por lo que comentaba esta señora, esta gente tenía un compromiso ideológico mucho más marcado. En sus cartas básicamente le confesaban que cooperaban con alguna organización terrorista y, para horror de su madre, se comparaban con San Martín y Belgrano, que lo habían dejado todo para liberar a la Patria.

Esta señora, que era viuda, pasó más de un año tratando de encontrar alguna noticia de su paradero. Hasta que un día, después del golpe contra Isabel Perón, recibió una carta de su hijo desde España, en donde estaba exiliado con su esposa.

Cuando salió publicado “Nunca Más”, les mandó una copia como recuerdo, para que comprueben que estaban incluidos en la lista de “desaparecidos”.

Lo de la represión ilegal fue sin duda un horror, una locura sin sentido, pero en algún momento Argentina tiene que superar el tema, o por lo menos empezar a tratarlo en otros términos, con mayor altura y sin cálculo político, como fue capaz de hacer, por ejemplo, Uruguay.

(Más del tema de Alejandro Rozitchner, parece mentira que en el medio de un nuevo incendio del país perdamos el tiempo ocupándonos de los papeles amarillentos, comidos por las ratas, amontonados en el desván)