Aug 9, 2009

Yo honestamente no entiendo nada de nada. Necesito alguien que me explique.

Aparentemente, después de 7 años de populismo salvaje, una vez más, hay coincidencia casi plena en el diagnóstico: el país está fundido, económica y moralmente, y quedó un tendal de pobres e indigentes.

Pero está visto que el mismo cuadro de situación amerita distintas soluciones, según la ideología del especialista.

En su columna de hoy en La Nación, Espert sostiene con toda razón que la actual relación entre las provincias y el gobierno federal es perversa y funciona como una verdadera fábrica de pobreza:

A los gobernadores nunca les alcanza ningún dinero. El problema es que, en promedio, el 60% de los ingresos lo perciben sin esfuerzo recaudatorio, porque gotea de manera automática desde el Banco Nación o porque le juran fidelidad eterna al presidente de turno. Lo que se gana sin esfuerzo se dilapida.

Además, cuanto más pobre es la provincia, más profunda es la redistribución de impuestos, cosa que agrava el desmanejo de los recursos. Por ejemplo, Chaco, medalla de bronce de la redistribución fiscal, históricamente a nivel local sólo recaudó entre el 9% y el 10% del total de sus ingresos (el 90% le llega "de arriba") y, sin embargo, siempre tuvo los registros más altos de pobreza e indigencia del país, a los cuales ahora hay que agregarles el dengue.


La contracara de la libertad es la responsabilidad. La mejor manera de sacar a alguien de la edad del pavo es dándole responsabilidades. Queda claro que, como ya dijimos varias veces por acá, hace falta un replanteo para tener un mayor federalismo.

Pero, sorprendentemente, para Espert la solución para el centralismo político y fiscal pasa por más centralismo y menos federalismo:

Por ejemplo, ¿por qué no eliminar la coparticipación de impuestos y las transferencias discrecionales desde la Nación a las provincias ($ 100.000 millones en 2009), bajar alícuotas o eliminar algunos impuestos federales, atender la educación de manera centralizada (piedra preciosa para el crecimiento sostenido) y luchar contra la pobreza en las provincias con transferencias directas desde el gobierno central a las familias pobres, en vez de que las administren los gobernadores y su séquito de punteros, asesores y amigotes?

La única manera en que las provincias pueden llegar a moderar el aumento del gasto público es si el costo político de recaudar y el beneficio político de gastar recaen en el mismo nivel de gobierno.

Chicas, cada distrito del país debe vivir de acuerdo a sus posibilidades. La ecuación debería ser al revés. En lugar de recaudar localmente el 10%, en el mejor de los casos, de su presupuesto y recibir de arriba el 90%, deberían recaudar el 90% y recibir el 10% en concepto de algún sistema de compensación entre distritos más ricos a más pobres (como en la República Nacional, Popular y Progresista de Canadá).

Yo sigo insistiendo con que la descentralización debería incluir las áreas de educación (en todos los niveles), salud, seguridad, justicia (la gran mayoría de los delitos debería caer en los fueros provinciales o municipales) y seguridad social (incluyendo leyes laborales, políticas sobre desempleo, jubilaciones, planes sociales, asistencialismo y demás).

Si los habitantes, a través de sus representantes, o la corporación político – sindical, de la provincia Cachito o Pepe deciden que su distrito se convertirá en un ejemplo de “estado de bienestar” en el subcontinente - con jubilaciones del 95% móvil a los 55 años, con 6 meses de aportes, un sistema de salud de cobertura universal y gratuita, seguro de desempleo del 70% móvil del salario en actividad después de tres semanas de actividad - me parece fantástico. Siempre y cuando sean los mismos habitantes de la provincia Cachito o Pepe, y no el resto de los contribuyentes del país, los que lo paguen.

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