Oct 14, 2009

Lorito antisemita

(Recibido por mail)

Meyer Glusman, un solitario viudo, caminaba a su casa por Corrientes y Malabia, en pleno barrio de Villa Crespo, cuando pasa frente a una veterinaria y oye una voz cascada que le gritaba - ¡Roawrk!? ¿Vus majste? Yo, du. (¿Cómo te va? Sí, ¡a vos te hablo!).

Meyer se frotó los ojos, miró asombrado dentro del negocio y el empleado le dijo:

Venga, pase, mire qué hermoso lorito.

El loro gris y pequeño gira la cabeza y pregunta:

¿Kenst redn Idish? (¿Sabés hablar yidish?)

Meyer pagó los 500 pesos que le pidieron y se llevó el pájaro, la jaula y comida de loro para un mes.

Se pasaron toda esa noche hablando. ¡¡¡En yidish!!!

Meyer estaba maravillado. Le contó al loro las aventuras de su padre para escapar de los "progroms" en Rusia y su llegada a Buenos Aires. Le contó cuán hermosa había sido su difunta esposa y que radiante estaba cuando se casaron. Le contó de su familia, de los años en el ramo textil, y de las vacaciones en Miramar.

El loro escuchaba atentamente, hacía algún comentario ocasional y compartieron unas nueces.

El pájaro, entonces, le contó de su vida en la veterinaria, de la soledad y el aburrimiento de los fines de semana, de cómo extrañaba su selva ancestral.

Así siguieron charlando y charlando, en yidish, por supuesto, hasta quedarse los dos dormidos. A la mañana siguiente, Meyer se colocó los "tefilin" (indumentaria religiosa) y rezó. El loro le preguntó qué hacía, quiso aprender, y Meyer salió a la calle y volvió con "tefilin" en miniatura para el loro, que muy rápidamente aprendió a "davenen" (rezar) en hebreo.

En Rosh Hashana, el loro pidió ir al shil (templo). Meyer le explicó que no era ni un lugar ni una actividad para pájaros. Pero el loro insistió de manera implorante. Meyer le dijo que no podía. El loro insistió.

Meyer finalmente cedió a los ruegos del animal, se lo puso al hombro y lo llevó. Tuvo que darle toda clase de explicaciones al rabino, y también al Jazan (cantor). Finalmente los convenció, asegurando que el loro sabía "davenen".

Todos los asistentes apostaron que lo que Meyer contaba del loro era imposible, porque era una locura pensar que sabía "davenen". Eran apuestas reales, en contante y sonante. El viudo Meyer, sonriendo imperceptiblemente, aceptó todas las apuestas en su contra, incluso una del propio rabino.

El pájaro dejó transcurrir cada plegaria y cada canción sin emitir un solo sonido. Meyer se enojó hasta la furia y le murmuró muchas veces al oído:

¡Daven! ¡Daven! El loro, nada.

¡Vamos, loro de mierda, daven! Sabés hacerlo, bicho de porquería, dale!

¡Todos te miran! El loro nada.

Leeeeeee, loro, y la rep....que te p....! Rezaaaa de una veeeeezzzzz!!!!!!!!

El loro nada.

Cuando terminó el servicio, Meyer le debía a sus amigos del "shil" y al rabino más de 4000 pesos. Estaba tan enojado que no habló ni una palabra en todo el camino a su casa.

Pero cuando llegaron, el loro empezó a cantar a grito pelado:

"Hevenu sholem aleijem, hevenu shoooleeeeem aleeeiiijem"!

-¡Pajarraco de mierda! gritó Meyer ¡Me costaste 4000 pesos! ¿Por que?

Te traté siempre bien. Te compre "tefilin" y aprendiste todas las plegarias. Te enseñé hebreo y la "Tora". ¿Por qué me hiciste esto? ¿Por qué?

Meyeeeeer - contestó suavemente el loro - no seas "shmok" (imbécil).

¡Pensá en la guita que vamos a ganar en Yom Kipur!

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