A raíz de esta editorial de El País, Luis se pregunta si no se está dando una saludable, aunque muy incipiente, reacción hacia la cordura y la seriedad sobre el global calenting y el tremendismo ambiental:
No creo que mucha gente sensata pretenda actualmente que los cambios climáticos no puedan constituir un serio problema para la humanidad. Sin embargo, menos aún creo que la manera más correcta de abordarlos sea estableciendo doctrinas oficiales y condenando a priori cualquier desviación crítica. Suele señalarse que hay fuertes intereses (empresas petroleras, por ejemplo) que apoyan a los más escépticos, pero, aunque pueda ser cierto en muchos casos, no es excusa para ahogar todo debate, llegando a tachar a los oponentes de negacionistas como a quienes rechazan la realidad de los crímenes nazis.
La verdad es que también en el otro sentido hay intereses, desde los de los ecologistas profesionales a los de las industrias de energías renovables, y es normal que así sea, y bueno si estimula a comprender mejor la realidad y los pros y los contras de cualquier acción frente a ella. Precisamente cuanto más importante sea un problema más necesario es tratarlo abiertamente, sin consensos forzados y atendiendo a toda su complejidad.
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