Nadie es perfecto

Yo sigo con las historias de horror del maravilloso sistema de salud socializado de Québec, que privilegia la solidaridad sobre el lucro. Y estamos hablando del sistema de Québec, que se toma como modelo para el resto del país.

La esposa de un ex compañero de trabajo de La Opinadora tiene fecha de parto para fines de diciembre. El médico del hospital local los derivó al hospital pediátrico de Montreal, el mejor de Québec, porque se dieron cuenta de que tenían que operar al bebé en cuanto nazca para solucionar una malformación cardíaca. Nada demasiado complicado, pero una cirugía al fin.

Como esta gente tiene parientes cerca de la ciudad de Québec, se les ocurrió pedir que en lugar de nacer en Montreal los deriven a un hospital de esa ciudad. Lo lograron y cuando los médicos del nuevo hospital volvieron a hacer los análisis se dieron cuenta de que, désolé!, a los súper especialistas del mejor hospital pediátrico de la provincia se les pasó parte del diagnóstico y que el problema es considerablemente más grave. No saben si el bebé va a sobrevivir ni la calidad de vida que tendrá si lo hace.

No tengo detalles, pero aparentemente ahora está reunido el comité de ética del hospital para analizar si conviene o no que nazca. Como lo leen, a un mes de la fecha de parto. Yo supongo (y espero) que entendimos mal, porque que yo sepa ni aún los más entusiastas defensores del aborto dudarían en considerar un homicidio a la interrupción de un embarazo de 8 meses.

Insisto, cualquiera se puede equivocar. Los médicos son humanos y la medicina no es infalible. Pero todo sistema medianamente funcional tiene que incluir mecanismos para corregir y prevenir errores. En EEUU, tanto el médico como su equipo y el hospital se comerían un juicio multimillonario que serviría de un fantástico incentivo para que no pase de nuevo. Acá te la tienes que comer doblada, porque el estado nunca se equivoca, y pueden estar seguros de que el error no se corregirá jamás.