Jan 10, 2010

Hubo un período de relativa racionalidad y de suma tolerancia, que fue la denostada época de Menem. Además de las privatizaciones y las desregulaciones -malgrado sus errores o improlijidades, era mejor que no hacerlo nunca- en lo extraeconómico nos brindó una actitud abierta a las críticas nunca vista hasta entonces (quizás con la excepción de Illia), y el deseo -acaso fútil, en vista de lo ocurrido posteriormente- de que se olvidara el pasado y los argentinos mirásemos hacia adelante. Con sus errores y sus vicios, durante los diez años de Menem no se escuchó de los labios del presidente ninguna palabra de odio.

Indultó a militares. ¡Qué espanto! dice la progresía bienpensante, que no experimenta idéntico horror con los indultos a Bonasso, Firmenich y compañía ni el indulto a Gorriarán Merlo de Duhalde e ignora u oculta que la mayoría de los montoneros que actualmente ocupan prominentes posiciones en el gobierno fueron beneficiados en aquellos tiempos con cargos públicos. Muy pocos de los beneficiarios consideraron un deber esbozar ni una tímida defensa de su benefactor.

Ya sé que es políticamente incorrecto rescatar lo positivo de Menem -los liberales "pulcros" también toman distancia, algunos por convicciones, otros por oportunismo; yo fui uno de esos ingenuos que siempre estaba buscando los aspectos negativos o "antiestéticos" de sus políticas y de su personalidad, y creyendo en la sinceridad de Verbitsky cuando se alarmaba por la inseguridad jurídica- pero fue, por lejos, el lapso en que los argentinos gozamos de mayor tolerancia y libertades -económicas y extraeconómicas- en los últimos 50 años.

Mirando desde afuera y ex post, es fácil criticar lo que se hizo o se dejó de hacer. ¿Cuántos de los agudos y tardíos críticos tuvieron responsabilidades de gobierno? Muy pocos. ¿Les daría el pinet como gobernantes?

También De la Rúa era un hombre democrático, pero que quiso combinar lo imposible en Argentina: cierto progresismo "a la europea" con el mantenimiento de la convertibilidad y las privatizaciones. En medio de un contexto internacional desfavorable (dólar fuerte y materias primas en baja, devaluación del real, tasas de interés más altas) y sometido al sabotaje sistemático del peronismo duhaldista, el alfonsinismo y la izquierda de la propia alianza, terminó cayendo. El marxismo argentino tiene muy claro que diciembre de 2001 es una fecha fundacional (se fundó la Argentina filosocialista y decadente), y por eso la rememora como si la pueblada orquestada fuera una gesta épica, y no una tragedia para el país.

Hoy, el fiel de la balanza está tan inclinado a la izquierda que cuando Guelar (ex "cuadro" combatiente, según el libro de Viviana Gorbato, "Montoneros, soldados de Menem") pretendió una amnistía desde el PRO, en su mismo partido descalificaron la iniciativa, para no irritar la sensible epidermis de la progresía.

Julio

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