La pelea entre Kirchner y la prensa no pasa por diferencias ideológicas ni de proyecto de país. No es entre un gobierno democrático, progresista, con conciencia social, que lucha por el bienestar del pueblo, y sectores reaccionarios de la sociedad, los grandes terratenientes, intereses industriales, exportadores, etc. que pretenden condenar a los argentinos a la pobreza y al atraso.
No se olviden que fue Duhalde, el padre político del proyecto kirchnerista, el que salvó al Grupo Clarín licuándole las deudas con la devaluación y después protegiendo por ley a las “empresas culturales” contra los embargos.
Mientras hubo plata para compras adhesiones y voluntades, la prensa nacional y popular se llevó a las mil maravillas con el heredero del “modelo”, el régimen kirchnerista. Periodistas y medios hacían cola para pasar sus lenguas por el perineo presidencial.
Los problemas empezaron cuando la caja empezó a retacear. Mágicamente, desapareció la venda de los ojos del periodismo y de un día para el otro se dieron cuenta de que en realidad se trataba de un régimen absolutamente sin escrúpulos, que apelaba constantemente al autoritarismo y a la demagogia.
Lo que le molesta al Grupo Clarín no es el autoritarismo del kirchnerismo sino que lo utilicen en su contra.
Yo me horrorizo por el proyecto para estatizar los medios electrónicos en el país no porque defienda o me interesen los mercenarios de Clarín sino porque sin libertad de prensa no hay Argentina moderna posible.
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