Pensando que después de la hiperinflación, los argentinos, incluida la corporación política, se había curado de espanto. Una vez más, subestimé gravemente las tendencias suicidas nacionales y populares:
Es posible que toda una generación de argentinos jóvenes, que no sufrió en carne propia las épocas de inflación de dos dígitos, ni los traumáticos shocks hiperinflacionarios de fines de la década del 80 y comienzos de la del 90, tienda a minimizar el problema si dispone de más efectivo o acceso al crédito para consumo en planes en los que la cuota importa más que el precio final. No es el caso, sin embargo, de otros varios millones de argentinos que trabajan en negro o por cuenta propia, o en actividades en las que es más difícil trasladar aumentos de costos o mejorar ingresos. Tampoco de quienes viven de una jubilación o dependen de planes sociales estatales, donde los ajustes siempre van detrás de la inflación.
Por suerte aparecen nuevos líderes, como Ricardito Alfonsin.
ReplyDeleteCondenados al éxito papá, y campeones del mundo.
De terror.
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