Personalmente desconfío de la intencionalidad de la progresía.
Como decía hace unos meses, en muchas sociedades que se podrían considerar socialdemócratas, como Europa y Québec, cada vez más gente elige el concubinato. En Québec se trata de alrededor del 35% de las parejas.
Pero aparentemente para mucha de esta misma gente el rechazo al matrimonio sólo se limita a las parejas de distinto sexo. Cuando se trata de dos personas del mismo sexo, el matrimonio deja de ser una carga vetusta, una insoportable convención social, una costumbre decadente para convertirse en un derecho que hace a la dignidad de las personas.
¿En qué quedamos?
Por mí que cada uno haga lo que mejor le venga en ganas, pero un observador imparcial podría llegar a la conclusión de que, al igual que mi sobrino de 5 años y su insistencia por jugar al fútbol en el living de su casa, la cuestión es tener algo con que romper las pelotas todo el día.
O, lo que es peor, meterse con lo que es caro a los sentimientos del otro bando.
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