Si es porque realmente creen que el camino para salir de la pobreza y el atraso pasa por generar las condiciones para ser cada día más pobres y atrasados o por despecho, aquello de que a mí me irá mal pero al que yo considero mi enemigo le va peor, pero lo cierto es que una amplia mayoría de argentinos (y me refiero a la gran clase media progre nacional y popular), por acción u omisión, se siente muy cómoda con este modelo de país.
Y con “modelo de país” no me refiero a una mayor o menor intervención estatal o más o menos clientelismo sino al pobrismo, al entusiasmo y/o resignación ante la pobreza, la marginalidad, el berretismo, el rebusque, el chiquitaje, el kiosqueo, la improvisación, el pedorrismo.
Llama la atención que una sociedad con fama de delirio de grandeza se conforme con tan poco, con mucho menos que los uruguayos, peruanos, brasileros, colombianos, ni que hablar de chilenos.
¿No será que, en el fondo, las ínfulas argentas, aquello de vender que ya están de vuelta en todo, no es otra cosa que un intento por disimular un enorme complejo de inferioridad?
En el fondo, millones de argentinos deben pasar sus días convencidos de que no merecen otra cosa que la gigantesca villa miseria en la que viven.
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