No me refiero a los objetivos de cada uno como individuo, sino al que dicen querer alcanzar en conjunto, al que sirve de justificativo para el “modelo”, para el nivel de arbitrariedad con el que se maneja el país.
Personalmente no me queda claro para nada, porque creo que los mismos argentinos no lo tienen claro. Es muy difícil evaluar por resultados porque cambia todo el tiempo.
Algunas veces hablan de cuestiones más o menos concretas, como terminar con la pobreza o la desigualdad. Otras, cuando los números no acompañan, pasan a cuestiones más subjetivas y/o emocionales, imposibles de medir, como la “dignidad”, la “autarquía”, “vivir con lo nuestro”.
¿Por qué no me canso de insistir por acá que el sistema más eficiente es el que se basa en el intercambio voluntario de bienes y servicios? Porque es el único capaz de generar de riqueza, la única manera de salir de la pobreza y del atraso.
Si el sistema elegido no logra que cada año un mayor número de argentinos tenga acceso a más y mejores bienes y servicios con sus ingresos, todo lo demás carece de sentido, es verso para la gilada. Hablar de “dignidad” siendo cada día más pobres suena a premio consuelo, al “la sacaste barata, no te mataron” después de cada asalto, a resignación para seguir viviendo con un nuevo fracaso.
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