Hay una carta al director de una persona que se describe como “fanático del hockey” sobre la iniciativa para que la ciudad de Québec vuelva a tener un equipo profesional de ese deporte, tema trascendente si los hay.
Este personaje quiere que el gobierno federal y/o provincial financie la construcción de un nuevo estadio para la ciudad y apela al supuesto derecho de la capital de la provincia a tener un estadio del mismo nivel que el Centro Bell en Montreal. Por supuesto, si los habitantes de la ciudad de Québec tienen derecho a tener una cancha de hockey, alguien tiene la obligación de pagarla (es decir, los contribuyentes). Porque, que yo sepa, los estadios no crecen de forma silvestre.
“Piensen en todos los puestos de trabajo que se generarían”, nos pide.
Parece mentira, pero hace falta seguir explicando que los únicos puestos de trabajo genuinos son aquellos que generan bienes o servicios por los cuales existe una demanda genuina. De otra manera se trata de subsidios de desempleo encubiertos.
Si la idea de fondo es generar “puestos de trabajo” de bajísima o nula productividad para tener a la gente ocupada con algo, siempre es posible echar mano a las geniales ideas corporativistas de EEUU en los años 30, como contratar cuadrillas de trabajadores para cavar pozos a pico y pala durante el turno de la mañana y hacer otro tanto con el turno de la tarde, pero para que los tapen.
Qué quieren que les diga, es absolutamente al dope.
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