Supongamos que una persona gasta $1000 en alimentos y estos suben el 27,5%. Amalita Fortabat podrá comer más tomates que un pobre pero no muchos más, es decir, le importa un comino el precio de los alimentos porque son un porcentaje ínfimo de sus ingresos. Le preocupará a qué tasa crece el precio de los cuadros, los pasajes en avión, los Rolex, los BMWs pero no el precio del tomate. El gráfico muestra el impacto que tiene el aumento del 27,5% sobre compras de $1000 en el super en función de los ingresos de la persona. La inflación le pega a los más pobres, es una fábrica de pobres, hasta cuándo hay qué decirlo para que la gente lo entienda:
"El dilema no es si para frenar la inflación hay que enfriar la economía. El dilema pasa por otro lado, apostar al crecimiento de largo plazo versus la fiesta de consumo presente basada en el artificio de empapelar de billetes la economía con la consiguiente crisis que ya se siente con intensidad en cada ida al supermercado que hace la gente. Justamente los bienes que más están aumentando son los alimentos. En los primeros ocho meses de este año el rubro alimentos y bebidas creció el 27,5%. Esto indica que, por privilegiar las necesidades electorales del oficialismo, lo que se está haciendo es recaer el peso de la mayor tasa de inflación sobre los sectores de menores ingresos, lo cual parece un contrasentido: castigar a los más pobres con el impuesto inflacionario y esperar su voto."
Parece mentira que haga falta seguir explicándolo.
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