Dios nos libre y guarde:
Hay otro camino posible, tal vez menos sensato, pero al que el oficialismo se puede sentir tentado porque hace juego con su cultura política. Como un batallón que ha perdido a su comandante, Cristina Kirchner y su entorno pueden apostar a sustituir por un poder de facto el ordenamiento, siempre cargado de prepotencia, que les proveía el jefe muerto. Si este fuera el caso, hay que volver la vista hacia Hugo Moyano. Si se interpreta que Kirchner no era un socio sino un dique para las ínfulas expansivas de este sindicalista, se puede especular con que la inercia que se vino desarrollando en los últimos meses se pronuncie todavía más. Es decir, que un Gobierno que carece del know how del diálogo y el acuerdo, termine capturado por alguien que le ofrece la ilusión de que hay muy poco que cambiar. Sería sumergirse en un riesgosísimo espejismo. Porque, desde esta madrugada, casi todo ha cambiado.
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