No se pierdan la editorial de La Nación de hoy

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La prepotencia, el triunfalismo absurdo, que pretende convertir en victorias derrotas que deberían ser apabullantes pero para las que no hay ojos suficientes; la adicción a formulaciones mágicas que impelen, en descabellada persistencia, a cometer los mismos errores de siempre; el desaliento y la sorna, en fin, hacia la cultura del trabajo, y el estímulo de la viveza criolla y del menor esfuerzo menguan la educación popular y multiplican el espíritu de vagancia.

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Quienes creen que la Argentina modificará su rumbo por el hecho de que los Kirchner puedan perder el poder en octubre del año próximo, están embriagados de optimismo. Todo seguirá igual, y hasta peor con el paso del tiempo, si no reacciona la sociedad respecto de sus desvíos más gravosos, esto es, si no se hace carne en la población que la absurda admisión de la ruptura del orden social y de las reglas que determinan una convivencia civilizada puede producir catástrofes con impunidad absoluta en cualquier instante.

Aclaración importante para los que todavía siguen creyendo que hasta en sus defectos Argentina es un país excepcional. Los problemas nacionales y populares son los mismos que los de tantos otros países a los que les va como a Argentina.