Sé que no cae simpático decir estas cosas, pero creo que es necesario reconocer que sin el apoyo entusiasta de millones de argentinos, particularmente de clase media acomodada, lo de Kirchner jamás hubiera pasado de una extravagancia trasnochada de un dirigente peronista de cuarta línea de una provincia pedorra del interior del país.
La facilidad con la que pudo imponer a nivel nacional el modelo de patrón de estancia de Santa Cruz no habla muy bien de la Argentina como sociedad:
Como toda semblanza, la de AF es necesariamente incompleta. Kirchner hizo todo lo que él le atribuye, pero hizo mucho más. La Argentina, efectivamente, estaba dada vuelta, y Néstor nos enseñó que la primera receta es la caja. Con la caja se convence de un rumbo y de un modelo a intendentes, gobernadores, legisladores, jueces, empresarios, periodistas, medios enteros, consultores, diplomáticos, opositores, encuestadores.
La cajita feliz del kirchnerismo es mágica: de allí salen subsidios para todo lo que uno pueda imaginar, de allí surgen súbitas e insospechadas conversiones ideológicas, de allí surgen adhesiones y combatientes, de allí nacen miles de blogueros, de allí brotan multitudes para los actos.
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