Jun 4, 2011

Cacho tiene 40 años, casado con tres hijos, y es empleado de un juzgado de la provincia de Santiago del Estero desde los 20, cuando a duras penas terminó la secundaria en la nocturna.

El horario de Cacho es de 7 de la mañana a una de la tarde, pero rara vez llega antes de las 8. Lo primero que hace es prender la computadora para leer la sección de deportes y los resultados de la quiniela en los diarios por Internet mientras se toma un café con leche con medialunas (nunca le gustó el mate). Su trabajo consiste en llevar expedientes – carpetas cosidas a mano – de una repartición a otra, a veces caminando, a veces en la camioneta del juzgado. Cacho pasa la mayor parte del horario de trabajo en la calle, haciendo pausas para un cortadito, jugar un numerito, charlar con algún conocido o decirle un piropo a alguna chica. Después de la una de la tarde le queda todo el resto del día para dormir una buena siesta y rascarse a dos manos. Gracias a la magia del “modelo”, con su antigüedad cobra el equivalente de unos mil dólares por mes.

Cacho pertenece a la clase media acomodada de la capital de Santiago del Estero. Su papá es un abogado de trayectoria y su mamá se jubiló como profesora de secundaria. No fue a la universidad por elección propia.

Cacho sabe perfectamente que su “trabajo" es una ficción, poco menos que un subsidio de desempleo encubierto. Pero lo tiene sin el menor cuidado. Una de las cosas que fundamenta su odio negro contra Menem y todo lo que tenga que ver con la década maldita de los 90 fue el proyecto para informatizar la justicia. Con expedientes en formato electrónico no hace falta alguien para llevarlos físicamente de un lugar a otro. Su batalla clasista y combativa más reciente fue contra un jefe al que no se le ocurrió mejor cosa que contratar una compañía de remises para hacer los traslados por una fracción del precio y mucha mayor eficiencia. No duró ni un año en el cargo.

Cacho no entiende mucho ni de política ni de economía, ni le interesa. Pero sabe perfectamente que su estilo de vida depende de que sigan en el poder los políticos comprometidos en sostener el sistema rentista que permite mantener a las masas subocupadas de los centros urbanos mediante impuestos a las exportaciones primarias.

Con su nivel de preparación y su cultura de trabajo, aún en una economía sin leyes laborales fascistas y en plena generación de puestos de trabajo, ¿a qué tipo de empleo creen ustedes que podría aspirar y cuánto podría llegar a ganar en el sector privado? Seguramente mucho menos que los 13.000 dólares anuales del sector público.

Reemplacen Cacho por Pedro, Carlos o cualquier otro nombre, y a Santiago del Estero por cualquier otras provincia del interior profundo y la situación es la misma.

Muy complicado.

7 comments:

  1. El post es genial Luis, una joyita.
    Lástima que sea tan cierto. De esto no se vuelve nunca más.

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  2. Gastón, honestamente es muy complicado.

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  3. ¡Me postro ante Ud. y hago reverencias varias!
    Lo peor es que el mismo criterio se puede aplicar a un maestro, un médico de hospital o un ingeniero en el ámbito estatal. Y si tienen ganas de trabajar en serio, innovar, solucionar problemas, etc. ¡peor les va! Los Cahcho de Argentina te los indisciplinan enseguida.

    Claudio.

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  4. Don Pero, Claudio, muchas gracias, muy amables.

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  5. Exelente Louis, lamentablemente es así.
    Ahora, donde van las personas que en el ámbito estatal quieren hacer eficientes los procesos ahorrando costos cuando el sector privado es corporativista.
    Saltás de la sartén al fuego. Un desastre de país con las reglas que se han impuesto.

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