Jun 29, 2011

Escudé dando clases en el CEMA

En el imaginario popular, los que tienen poder discrecional para hacer lo que mejor les viene en ganas, incluidas cuestiones criminales, sin pagar ninguna consecuencia son los empresarios: los funcionarios y/o dueños de compañías privadas. Porque claro, ustedes se imaginan, los tipos están motivados por el afán de lucro, dónde se ha visto.

Pero en la vida real, las compañías privadas existen para maximizar las ganancias de sus accionistas y la única manera de hacerlo es siendo capaces de satisfacer las necesidades de los consumidores. De eso depende la supervivencia de las empresas, sus dueños y funcionarios. Las que más contentos dejan a sus clientes se llena de plata. Las que patinan en ese sentido, desaparecen al muy poco tiempo. Funcionan dentro de un sistema de premios y castigos que mucha de esa misma gente califica de “salvaje”.

Las únicas empresas protegidas contra la competencia mediante monopolios y/o mercados cautivos son las públicas y las privadas que consiguen prebendas del estado/gobierno.

Los únicos funcionarios que pueden actuar como la gente de a pie se imagina que actúan los empresarios privados son los del sector público y los de las empresas privadas que gozan de los mismos privilegios del sector público.

El sector público es monopólico por naturaleza y tiene exclusivamente usuarios, no clientes. Los usuarios dependen de la buena voluntad y humor de los empleados públicos. Los clientes tienen derechos, sencillamente porque si no están contentos se van a gastar su plata a otro lado.

En el sector público la meritocracia, el sistema de premios y castigos, brilla por su ausencia y las decisiones se toman en base a criterios políticos (es decir, de manera absolutamente discrecional y arbitraria), sin rendir cuentas a nadie.

En una película que vi hace unos días, el gran villano era una empresa multinacional del tipo de Monsanto, que contrataba a un grupo de asesinos a sueldo para ejecutar a un científico europeo altruista a punto de hacer pública una nueva variedad de semillas revolucionaria y gratuita que les arruinaría el negocio.

Las personas actúan racionalmente según los incentivos. ¿En qué contexto creen ustedes que son más probables ese tipo de conductas, en el sector privado o en el público?

¿Cuál creen ustedes que es la manera más eficiente de combatir este tipo de situaciones, con mayor o con menor intervención estatal? Es decir, ¿sometiendo a las empresas privadas a un mayor o a un menor nivel de competencia?

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