Viene una compañera de trabajo y me muestra la contratapa de "La Razón", el diario que te dan gratis en el tren. "Dos gigantes", reza -en letras de molde, como le gusta decir a Cristina aunque ni ella ni yo sepamos qué carajo quiere decir eso de "de molde"- el titular. Los dos gigantes resulta que son una enana y un tipo, un tal Piquín de apellido que, a juicio de los jurados, parece que hicieron una performance notable en "el baile del caño". Una enana. Cuando le dije de mi horror, me retruca que soy "un discriminador". Bueno, sí, discriminar quiere decir elegir, y yo elijo que la belleza y lo grotesco no me son lo mismo. No tengo nada contra los enanos. No tengo nada contra que los enanos bailen. Sí me molesta bastante que ese espectáculo venda como vende, que emocione, que la gente se sienta de algún modo identificada. No encontramos enanos en la televisión en programas de cocina, no sé de ninguno que haya estado en programas de preguntas y respuestas, no existe ninguno que sea newscaster. Digo que no están en ninguno de los lados en donde una cara simpática, una mente brillante, una personalidad encantadora podrían darles una oportunidad. ¿Dónde SI le dan una oportunidad a los enanos? En una actividad que tiene que ver con lo físico, mostrando y zangoloteando las nalgas, abriendo las piernas, con un varón afeminado como compañero de danza, en una actividad de supuesto erotismo que, a mí por lo menos, me resulta un bestial anticlímax del erotismo y de la belleza. Pero el que discrimina a los enanos (o a los putos, dado el caso) soy yo, claro.
Este país en el que son considerados "Dos gigantes" una enana y un bailarín homosexual que ligan una puntuación perfecta en algo que supuestamente debería hacer hervir la libido, es el mismo país en el que el viejo Jorge Luis era nombrado "inspector de mercados de aves de corral" (y que le metían además en cana a la hermana y a la madre, qué embromar), como hicieron los hdp de los perucas de aquel entonces para sacarle el puesto de director de la Biblioteca Nacional y mandarlo callar la boca.
No, si como venimos diciendo por ahí, es para pedir permiso, irse al baño y meterse un corchazo.
José Luis
(Viene de acá)
Espectacular el comentario. Fantástico. Me da mucho gusto seguirlo en twitter. Es un placer saber de alguien que piensa tan parecido a como lo hago yo. Saludos.
ReplyDeleteMarito, la pucha, no merezco.
ReplyDeleteUpdate: le dije a la susodicha compañera de trabajo que el video estaba colgado en el site de La Nación. Lo miró y cuando terminó le pregunté "¿Y, te puso cachonda?". En realidad mi pregunta era un sarcasmo como diciendo "¿me querés contar qué le puede ver alguien de erótico a eso?" y dejando de manifiesto que el objeto y el gancho no era el erotismo sino el grotesco puro. Se me ofendió, pero mal. Sé que soy medio salvaje para decir las cosas, y lamento haberla ofendido. Qué sé yo, yo igual siento que en este tema el salvajismo no es mío.
JL
me parecio fantastico tu analisis JL!! A las cosas por su nombre...
ReplyDeleteNo se dice "enanos", se dice "personas con verticalidades diferentes".
ReplyDeleteDolores, muchas gracias. Mike, Dolores, estamos tirando todo a la hoguera de la diosa de la no-discriminación.
ReplyDeleteTodo es bello.
El esfuerzo (subjetivo) vale más que el logro (objetivo).
Comparamos peras con nueces y creemos que se puede y que es válido.
Estamos en el país en el que la Mole Moli gana un concurso de baile, for God's sake.
Es la mentalidad del mediocre, que se identifica con el salvaje que gana a pesar de -o justamente por el hecho de- ser mediocre. Que gane la Mole Moli un concurso de baile no es casualidad y lamentablemente tampoco es sarcasmo. Es la ilusión de muchos.
JL
Aguante lo zopeti.
ReplyDeleteCuanta incorrección política junta... me pareció genial!
ReplyDeleteYou are a groso José Luis.
Pucha!
ReplyDeleteAca si que entraba fenomeno mi chistito de la enana, el ginecologo y las botas de goma...!!!
Que lo pario.
Muy bueno lo suyo, JL. As usual.
El Cuco