Tengo dos recuerdos grabados de aquel día: Uno, los metalúrgicos avanzando hacia la Rosada con palos y fierros y la doña, avisada, saliendo al balcón para dar por tierra a todo lo que se había imaginado don Celestino, con lo cual logró cambiar el despelote que se avecinaba y cosechar el "¡Gracias, Isabel!" más hipócrita de la historia. Dos, en la punta del balcón sobre Rivadavia, una figura casi payasesca, petiso, con una melena y unas patillas que le tapaban la cara, asomándose hasta casi caerse por sobre la balaustrada y saludando con amabas manos como si fuera el destinatario de algún homenaje. Si no se imaginan quién era el personaje, les puedo dar una ayuda diciendo que unos años después prometió el salariazo y el primer mundo para todos.
El día de los anuncios del rodrigazo salí de la oficina en Cangallo y Florida con tres colegas y nos fuimos caminando por Florida hacia la Plaza San Martín.
No habíamos hecho ni dos cuadras cuando uno de mis amigos nos hizo notar que se oían los pasos de la gente caminando. No había conversaciones, la gente pasaba seria y muda aunque fuera acompañada. Cada uno iba reconcentrado en sí mismo.
Fue una experiencia muy rara esa porque en Florida siempre había algún sonido de fondo de conversación o de canillitas voceando alguna nueva ley de algo. Ese día solamente había silencio.
A los pocos días, después de la reacción sindical, nos enteramos que los aumentos de sueldo obtenidos por los sindicatos implicaban, por ejemplo, que los ordenanzas de la Municipalidad cobraban 3 veces lo que cobrábamos mis 3 amigos y yo.
Nosotros éramos jóvenes profesionales universitarios con más de cinco años de estudios, todos hablábamos inglés y francés y ganábamos la tercera parte que los ordenanzas. Ese día barruntamos el porvenir negro que se abría ante nosotros.
Seguí esperando, Louis. En lo posible sentado.
ReplyDeleteLección?
ReplyDeleteLa aprendimos hace tiempo.
Vos no entendés, a nosotros nos gusta así.
Tengo dos recuerdos grabados de aquel día: Uno, los metalúrgicos avanzando hacia la Rosada con palos y fierros y la doña, avisada, saliendo al balcón para dar por tierra a todo lo que se había imaginado don Celestino, con lo cual logró cambiar el despelote que se avecinaba y cosechar el "¡Gracias, Isabel!" más hipócrita de la historia.
ReplyDeleteDos, en la punta del balcón sobre Rivadavia, una figura casi payasesca, petiso, con una melena y unas patillas que le tapaban la cara, asomándose hasta casi caerse por sobre la balaustrada y saludando con amabas manos como si fuera el destinatario de algún homenaje. Si no se imaginan quién era el personaje, les puedo dar una ayuda diciendo que unos años después prometió el salariazo y el primer mundo para todos.
El día de los anuncios del rodrigazo salí de la oficina en Cangallo y Florida con tres colegas y nos fuimos caminando por Florida hacia la Plaza San Martín.
ReplyDeleteNo habíamos hecho ni dos cuadras cuando uno de mis amigos nos hizo notar que se oían los pasos de la gente caminando. No había conversaciones, la gente pasaba seria y muda aunque fuera acompañada. Cada uno iba reconcentrado en sí mismo.
Fue una experiencia muy rara esa porque en Florida siempre había algún sonido de fondo de conversación o de canillitas voceando alguna nueva ley de algo. Ese día solamente había silencio.
A los pocos días, después de la reacción sindical, nos enteramos que los aumentos de sueldo obtenidos por los sindicatos implicaban, por ejemplo, que los ordenanzas de la Municipalidad cobraban 3 veces lo que cobrábamos mis 3 amigos y yo.
Nosotros éramos jóvenes profesionales universitarios con más de cinco años de estudios, todos hablábamos inglés y francés y ganábamos la tercera parte que los ordenanzas. Ese día barruntamos el porvenir negro que se abría ante nosotros.
Bien por ese título! Por ese camino y mucha suerte tal vez algo cambie.
ReplyDeleteBlas