Rómulo es un madrileño de 38 años, desempleado desde hace dos, y que sigue buscando trabajo pero no lo encuentra. Decidió vender su voto y colocó afiches en las calles para hacer su oferta.
Según dice, no tuvo que esperar mucho. Enseguida le llamó un primer interesado que le ofreció 50 euros y, antes de que le diera tiempo a aceptar, le llamó un segundo que subió la oferta a 100 Euros, cifra que aceptó. No ha dicho a qué partido le ha vendido el voto.
«No ha sido de repente, me lo pensé, pero estoy en paro y la economía está muy precaria. Por eso se me ocurrió que quizá podía sacar algo por mi voto, en vez de dárselo a los políticos para que ellos se beneficien de él económicamente, que es lo que hacen», contó Rómulo al ABC.
El comprador del voto ideó el mecanismo para asegurarse de que su inversión no caía en saco roto. Rómulo, que asegura que «antes creía en la democracia», tiene que quedar con su «cliente» el 20-N para que le acompañe al colegio electoral. Una vez allí, este le dará su voto para que, sólo con este, se introduzca en la cabina y se haga una foto en la que vea como lo introduce en el sobre.
El comprador del voto ideó el mecanismo para asegurarse de que su inversión no caía en saco roto. Rómulo, que asegura que «antes creía en la democracia», tiene que quedar con su «cliente» el 20-N para que le acompañe al colegio electoral. Una vez allí, este le dará su voto para que, sólo con este, se introduzca en la cabina y se haga una foto en la que vea como lo introduce en el sobre.
Rómulo no parece que se vaya a arrepentir de aquí a mañana. «Te sientes estafado. Ves como los políticos a los que votas incumplen sus promesas. Y luego ves sus sueldos, y las pensiones vitalicias que se ponen gracias precisamente a que les has elegido», cuenta por teléfono.
No ha parecido importarle que la Ley Electoral establezca una pena de prisión de seis meses a tres años, o una multa de 12 a 24 meses, para «quienes por medio de recompensa, dádivas, remuneraciones o promesas de las mismas, soliciten, directa o indirectamente el voto de algún elector, o le induzcan a la abstención». «¡Para lo que hacen con mi voto, el provecho lo saco yo!».
No ha parecido importarle que la Ley Electoral establezca una pena de prisión de seis meses a tres años, o una multa de 12 a 24 meses, para «quienes por medio de recompensa, dádivas, remuneraciones o promesas de las mismas, soliciten, directa o indirectamente el voto de algún elector, o le induzcan a la abstención». «¡Para lo que hacen con mi voto, el provecho lo saco yo!».
La noticia apareció en el ABC de hoy y merece una pequeña explicación.
En España, las boletas de voto están a la vista de cualquiera en el colegio electoral (lugar de voto correspondiente), así que el ciudadano puede tomar agarra una (o varias si quiere) y se acerca a las autoridades de mesa que lo identifican y, luego, entra a una cabina donde coloca su sobre con una sola boleta. Y chau. No existe el voto cantado ni cosa parecida, así que la venta que hizo este tipo no parece constituir, prima facie, ningún delito.
Espero que Rajoy arrase y obtenga la mayoría absoluta porque la va a necesitar.
Pobres gallegos! ¡Lo que es la falta de iniciativa! ¿De visión industriosa!
ReplyDeleteNo inventaron los planes descansar, ni los subsidios, ni la concurrencia al acto por un chori y un tetra.
No son inteligentes como nosotros. Se les nota.
¡Cuánto más hace "rendir" su sufragio un votante argentino!
¡Mucho más que cien miserables euros!
¡Este sí es un país creativo, pujante, emprendedor!
¡Vamos Ghanando!
Don Freeman.
Esperemos que España demuestre tener la entereza, la fibra, los huevos que hacen faltan para salir del pantano.
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