Las personas actúan racionalmente según los incentivos y, aún con las mejores intenciones, los incentivos del sector público son perversos. En todos lados, no sólo en los países a los que les va como Argentina.
Como dice Don Friedman, hablando de gasto, hay cuatro escenarios posibles:
1. Yo gasto mi plata en mí mismo.
2. Yo gasto mi plata en otros.
3. Yo gasto la plata de otros en mí mismo.
4. Yo gasto la plata de otros en otros.
Si la idea es la asignación más eficiente posible de los recursos, la situación ideal es la primera. Nadie va a gastar mi plata con mayor eficiencia que yo, que soy el que sabe lo que cuesta ganarla, entre otras cosas porque nadie conoce mis necesidades y preferencias como yo.
Las dos peores situaciones, las que generan los incentivos para la mayor ineficiencia en la asignación de recursos, son la 3 y 4, que son justamente las que describen a la gran mayoría (o todo) el gasto público.
Por eso hay que seguir insistiendo que no queda otro camino que reducir el tamaño del estado/gobierno y hacer que se dedique a una cantidad MUY limitada de funciones, que se podrían resumir como la protección de los derechos de la gente de a pie.
Para mi la mejor situación es la 3.
ReplyDeleteCris.
La 3 es la mejor situación para el que gasta, no para el que pone la plata.
ReplyDeleteLouis, fijate la firma del primer comentarista y date cuenta de la ironía :-)
ReplyDeleteSí, Alberto, contesté sin ver la firma.
ReplyDeleteQue hable de gasto, pero que no hable de moneda.
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