Los muchachos camporistas...

Casi nada nuevo bajo el sol.

Esto tiene explicaciones perfectamente entendibles.

Hay que entender dos cosas

1) Estamos ante un gobierno autoritario, personalista, de tipo corporativista-fascista. Necesita cuadros: tipos que son piezas en la transmisión del mando.

2) Por que no tienen ningún mérito para estar a donde están, por eso mismo están ahí quienes están ahí.

Quien los pone sabe que los acomodados no podrían acceder ni permanecer en el lugar en que están por merito. Quienes son puestos lo saben de sobre manera. De esta manera se asegura la obediencia en el mando y el cumplimiento en la transmisión de las órdenes.

El acomodado tiene perfectamente claro que ejecuta lo que se le ordena o es despedido. Y sabe que es un inútil que no puede conseguir un trabajo honrado por sí mismo.

Esto viene funcionando en varios países latinoamericanos y mediterráneos desde hace tiempo.

Este fenómeno no es nuevo en Argentina, acomodados hubo siempre. Lo nuevo son dos cosas:

La absoluta -que ya no menor, o igual al no acomodado, como ocurría antes- incompetencia del acomodado.

El fenómeno del “militante profesional”. Un tipo que desde los quince años milita en el partido –donde el papá probablemente sea un cuadro de jerarquía-, entra a los dieciocho en las juventudes, se hace de un cargo público de carácter político, luego es diputado, luego tiene función ejecutiva y así va rotando. Llega a los cuarenta años: Nunca trabajó fuera de nada que no sea un cargo político, nunca tuvo una empresa, ni fue empleado, ni concurso cargos de carrera, no tiene diplomatura universitaria. Probablemente sea semi analfabeto. Trabaja todo el tiempo para el partido. Si el partido pierde, él pierde el cargo político. No tiene, ni pude –por inútil- tener otra fuente de ingresos. No sabe trabajar, no sabe emprender, no tiene mérito para un cargo por concurso –los cargos que tienen sus subordinados de carrera en la función pública. Si su partido no gana se queda en la ruina. Es lo más servil y obediente que puede encontrar cualquier político de alto rango para lograr sus objetivos.

Es común que el sujeto descripto sea un político de alto rango o el de más alto rango incluso. En ese caso tiene garantizado el puesto por posición en la jerarquía partidaria y/o el ingreso por bienes conseguidos durante su función pública.

El típico caso de este tipo se encuentra habitualmente en el PSOE, en España. Pero hay otros ejemplos, por supuesto.

Esto es lo que, en Argentina, ha inaugurado el período presidencial de Cristina Kirchner y, particularmente, esa rama del FPV conocida como “La Cámpora”, en la que apoya su accionar político interno.

Conviene recordar que el fallecido presidente Néstor Kirchner, cuando fue abordado por los militantes de esta organización, quienes le solicitaban “cargos” en el gobierno y en empresas estatales, los mandó olímpicamente de paseo diciéndoles: “Cuando ustedes me traigan sus títulos universitarios, hablamos.”

No sería de extrañar que, de continuar el kirchnerismo, como gobierno, o como fenómeno político, dentro de veinte años tengamos militantes profesionales de esta clase.

No sólo que lo único que habrán hecho en su vida es ser políticos profesionales (De esos ya hay desde antes de la restauración democrática del 83. Sobran ejemplos de políticos y sindicalistas, peor estos tienen un respaldo económico que les permite abandonar el cargo público sin zozobrar.). No tendrán otra forma de ganarse la vida, o de tener una vida holgada o lujosa. Entonces harán cualquier cosa, y aquí entiéndase bien: cualquier cosa, por permanecer en sus cargos políticos.