En un sentido muy perverso, es encomiable la férrea convicción con que cada nueva generación de argentinos vuelve a insistir en los mismos horrores políticos y económicos de la anterior, absolutamente convencidos de que con ellos lo que fracasó toda la vida por fin tendrá un final feliz.
Si esa tenacidad tuviera remotamente algo que ver con las idea de la libertad, Argentina hubiera salido del círculo vicioso de la pobreza y del atraso hace décadas.
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